
A mediados del 2003 las reuniones entre Manuel Vargas y Bernardo Salinas se repitieron durante días, luego por semanas y finalmente por meses. El primero, un agricultor que había adquirido un terreno en la localidad de Las Barrancas en Coquimbo y el segundo, jefe de Área Elqui del Instituto de Desarrollo Agropecuario (Indap).
La idea de Vargas era poder seguir desarrollando la utilización de los suelos para producir alimentos, aunque los suelos donde se instalaría con su esposa y sus tres hijas presentaban cualidades bastante particulares, así es que el gran desafío era ganarle a la desertificación.
Tarea no muy fácil, pues no era superficie bajo riego. Por ello, decidió recurrir a Salinas, quien lo ayudó a elaborar una propuesta. Ni pensar en uvas, naranjas o papas, pues la demanda hídrica era muy alta. Tampoco en flores ni en ganado caprino. ¿Entonces? Se preguntaron. Eso hasta que Salinas le “pavimentó” el camino a Vargas. La vía debía ser a través de frutos secos.
Fue así como Manuel Vargas inicia una travesía que hoy lo mantiene junto a seis productores de esta localidad con altas probabilidades de obtener utilidades con la comercialización de estos frutos, los que tienen alta demanda en Europa. O sino pregúntenle a Agronuez, cooperativa de la provincia del Choapa que ha dado un salto evidente y se ha transformado en un motor de la economía regional.
Pero para que se materialicen aportes concretos deben darse una serie de factores, los que resultan vitales para dinamizar al sector campesino: Un emprendedor con ganas y buenas ideas; un mercado ávido del consumo de productos naturales y una institución que logre dar solvencia e instrucción. Acá, favorablemente, se dieron las tres.
INICIOS DIFÍCILES
A Manuel Vargas le gusta el campo, de eso no hay dudas. Pero hubo un momento en que se sintió decepcionado, ya que le tocó vivir el boom de las carnes bajas en grasas saturadas y sanas para el organismo. Fue allí donde no dudó en invertir en avestruces, no obstante, al poco tiempo se daría cuenta que no existían las condiciones para operar. “Sin matadero ni planta de procesos era casi imposible seguir con el negocio”, dice con nostalgia.
Fue allí donde recurrió a Indap. Recuerda que no le costó mucho contactarse con el entonces jefe de Área Elqui de la entidad, Bernardo Salinas Maya, quien durante este 2009 fue ratificado a través de un concurso de Alta Dirección Pública en su cargo de director regional de Indap.
El propio Salinas, con una vasta experiencia en la zona y Santiago, lo guió para elegir la mejor opción. Y está claro que no se equivocó, pues el sector de Las Barrancas es uno de los pocos fuera de los terrenos de riego que cuenta con una potencia de su hoya hidrográfica que permite hacer agricultura.
Entusiasmado, Manuel Vargas se decidió por las almendras. Pronto le siguieron otros emprendedores de la localidad, quienes hoy en día ostentan 24 hectáreas desde donde esperan producir entre 4 a 5 toneladas por hectárea, lo que permitirá en abril –cuando termina el periodo de cosecha- dejarlos en condiciones de comercializar 120 toneladas. “Es un gran desafío, pero hemos recibido el aporte de Indap y nos hemos capacitado, así es que esperamos cumplir con las expectativas”, señala Vargas, quien al poco tiempo de instalarse creó la empresa Savekar, iniciales de sus tres hijas Sandra, Verónica y Karin.
Con respecto a la rentabilidad de la superficie cultivada, Bernardo Salinas lo destaca porque “eso habla de un nivel de compromiso donde se le ha sacado el máximo provecho, así como a sus capacidades y herramientas de apoyo”. Esto en relación al Servicio de Asesoría Técnica (SAT) al que pueden acogerse los usuarios de la entidad de fomento agrario.
Y LLEGARON LAS ALMENDRAS
Durante el primer año, Savekar generó 2,7 toneladas de almendras en las cuatro hectáreas que posee. En esa época la única manera de mercadear el fruto era a través de distribuidores, lo que encarecía la cadena y recortaba las utilidades. Pero sumando cada vez mayor cantidad entre los siete socios, las expectativas se abrieron solas. Fue de esa manera como ellos mismos vendieron a granel, lo que aumentó en parte las ganancias.
Y decimos en parte, ya que hacerlo al por mayor no implicaba un precio ideal. “Hay que tomar en cuenta las inversiones en maquinaria, pago de mano de obra y polinización (…) Eso no sale barato”, explica Vargas. Por ello, después de participar en una muestra de Elqui Emprende en la plaza de Armas de La Serena, verificó que las almendras envasadas tenían una cotización mucho mayor.
“A granel, el valor de venta máximo llega a los $2.700 por kilo, mientras que el envasado puede llegar a cotizarse en 8 ó 9 mil pesos”, precisa Vargas. Por eso mismo, del total que se obtengan entre enero y abril del próximo año, “al menos el 50% debería dedicarse a venderlo al detalle”, agrega el agricultor, quien espera generar lazos de acercamiento con supermercados de la zona.
Pero la internacionalización no es una utopía para Savekar y el resto de quienes participan del negocio de las almendras en Las Barrancas. Ello, pese a que en el corto plazo desean consolidar el mercado interno, vía muy diferente a la seguida por Agronuez que tuvo que responder casi de inmediato a la demanda de Inglaterra, Escocia y Alemania. “Estamos vendiendo localmente por el momento, aunque tenemos entendido que la India importa almendros con cáscara, seguramente para ocupar mano de obra local”, infiere Manuel Vargas. Añade que “aún se está en una etapa muy temprana para dar ese salto, aunque se verá con posterioridad, ya que sería un sueño exportar (…) Habrá que esperar al país donde se pague mejor”.
Bernardo Salinas, a su vez, resalta las condiciones organolépticas del fruto. “La almendra es altamente demandada en el mundo, especialmente por la industria de confites. Prueba de ello son las nueces del Choapa que luchan palmo a palmo con las francesas. Y en ese sentido no tengo dudas que las almendras de Las Barrancas tienen las mismas capacidades y cualidades”, comenta.
ENTRE TUERCAS Y PELONES
Como todo negocio artesanal, el fin mediato es lograr aumentar la producción, pero para ello se necesita tener instrucción, dinero y buena producción. Coincidentemente en esos tres elementos estuvo el Instituto de Desarrollo Agropecuario. El primero a través del Servicio de Asesoría Técnica (SAT), el segundo con un PDI (Programa de Desarrollo de Inversiones) y el tercero con apoyo técnico- profesional.
“Para mí es un orgullo ver cómo ha evolucionado esta empresa que vi nacer en 2003 cuando era jefe de Área de Indap y donde estaban estos terrenos sin ocupar con una hoya hidrográfica importante. Pero para que se diera lo que es hoy se requirieron dos cosas: Un hombre emprendedor que visualizó un negocio con riesgos, pues no era masivo y el otro una institución que lo apoyara”, rememora Bernardo Salinas, director regional de Indap.
Pero el aporte público no se detiene allí, sino que se ha ido de la mano con la evolución de las empresas que componen a los productores de almendras. Prueba de ello son los $780 mil que se entregaron para la construcción de una bodega de 80 m2 donde se albergarán miles de unidades.
Pero la mayor contribución se concretó el año pasado cuando algunos socios fueron a Curacaví a comprar una máquina despelonadora, o sea, que saca las cáscaras a las almendras. “Esto nos cambió la vida, ya que redujo los tiempos y nos ayuda a comercializar de manera más expedita nuestro producto”, estipula Pascual Ávila, uno de los agricultores.
Y vaya que es significativa la entrada en operación de este instrumental, pues es capaz de procesar 300 kilos por hora. “Para esa misma cantidad se necesita de mucha gente”, confirma Ávila, quien se apresura a limpiar los restos de polvo y almendras que aún yacen en la máquina, que de seguro, les traerá réditos a estos empeñosos emprendedores que junto a Indap le han ganado a la desertificación y a sus propias metas.
LA VUELTA DE MANO A LAS ABEJAS
Hace unos años, Manuel Vargas y sus socios cerraron un interesante vínculo con la apicultura (miel). Esto, pues en sus predios posee un panal que permite que las abejas polinicen los árboles. “Las trajimos para aumentar la fecundidad y para obtener una buena cuaja, aunque quizás más adelante logremos producir almendras con miel”, asegura sonriendo este hombre de campo. Bernardo Salinas, expresa que “esta sinergia con otras redes, especialmente con la apícola, los vinculará con otros productores y colmenas, lo que contribuye a la cadena”, concluye.
La idea de Vargas era poder seguir desarrollando la utilización de los suelos para producir alimentos, aunque los suelos donde se instalaría con su esposa y sus tres hijas presentaban cualidades bastante particulares, así es que el gran desafío era ganarle a la desertificación.
Tarea no muy fácil, pues no era superficie bajo riego. Por ello, decidió recurrir a Salinas, quien lo ayudó a elaborar una propuesta. Ni pensar en uvas, naranjas o papas, pues la demanda hídrica era muy alta. Tampoco en flores ni en ganado caprino. ¿Entonces? Se preguntaron. Eso hasta que Salinas le “pavimentó” el camino a Vargas. La vía debía ser a través de frutos secos.
Fue así como Manuel Vargas inicia una travesía que hoy lo mantiene junto a seis productores de esta localidad con altas probabilidades de obtener utilidades con la comercialización de estos frutos, los que tienen alta demanda en Europa. O sino pregúntenle a Agronuez, cooperativa de la provincia del Choapa que ha dado un salto evidente y se ha transformado en un motor de la economía regional.
Pero para que se materialicen aportes concretos deben darse una serie de factores, los que resultan vitales para dinamizar al sector campesino: Un emprendedor con ganas y buenas ideas; un mercado ávido del consumo de productos naturales y una institución que logre dar solvencia e instrucción. Acá, favorablemente, se dieron las tres.
INICIOS DIFÍCILES
A Manuel Vargas le gusta el campo, de eso no hay dudas. Pero hubo un momento en que se sintió decepcionado, ya que le tocó vivir el boom de las carnes bajas en grasas saturadas y sanas para el organismo. Fue allí donde no dudó en invertir en avestruces, no obstante, al poco tiempo se daría cuenta que no existían las condiciones para operar. “Sin matadero ni planta de procesos era casi imposible seguir con el negocio”, dice con nostalgia.
Fue allí donde recurrió a Indap. Recuerda que no le costó mucho contactarse con el entonces jefe de Área Elqui de la entidad, Bernardo Salinas Maya, quien durante este 2009 fue ratificado a través de un concurso de Alta Dirección Pública en su cargo de director regional de Indap.
El propio Salinas, con una vasta experiencia en la zona y Santiago, lo guió para elegir la mejor opción. Y está claro que no se equivocó, pues el sector de Las Barrancas es uno de los pocos fuera de los terrenos de riego que cuenta con una potencia de su hoya hidrográfica que permite hacer agricultura.
Entusiasmado, Manuel Vargas se decidió por las almendras. Pronto le siguieron otros emprendedores de la localidad, quienes hoy en día ostentan 24 hectáreas desde donde esperan producir entre 4 a 5 toneladas por hectárea, lo que permitirá en abril –cuando termina el periodo de cosecha- dejarlos en condiciones de comercializar 120 toneladas. “Es un gran desafío, pero hemos recibido el aporte de Indap y nos hemos capacitado, así es que esperamos cumplir con las expectativas”, señala Vargas, quien al poco tiempo de instalarse creó la empresa Savekar, iniciales de sus tres hijas Sandra, Verónica y Karin.
Con respecto a la rentabilidad de la superficie cultivada, Bernardo Salinas lo destaca porque “eso habla de un nivel de compromiso donde se le ha sacado el máximo provecho, así como a sus capacidades y herramientas de apoyo”. Esto en relación al Servicio de Asesoría Técnica (SAT) al que pueden acogerse los usuarios de la entidad de fomento agrario.
Y LLEGARON LAS ALMENDRAS
Durante el primer año, Savekar generó 2,7 toneladas de almendras en las cuatro hectáreas que posee. En esa época la única manera de mercadear el fruto era a través de distribuidores, lo que encarecía la cadena y recortaba las utilidades. Pero sumando cada vez mayor cantidad entre los siete socios, las expectativas se abrieron solas. Fue de esa manera como ellos mismos vendieron a granel, lo que aumentó en parte las ganancias.
Y decimos en parte, ya que hacerlo al por mayor no implicaba un precio ideal. “Hay que tomar en cuenta las inversiones en maquinaria, pago de mano de obra y polinización (…) Eso no sale barato”, explica Vargas. Por ello, después de participar en una muestra de Elqui Emprende en la plaza de Armas de La Serena, verificó que las almendras envasadas tenían una cotización mucho mayor.
“A granel, el valor de venta máximo llega a los $2.700 por kilo, mientras que el envasado puede llegar a cotizarse en 8 ó 9 mil pesos”, precisa Vargas. Por eso mismo, del total que se obtengan entre enero y abril del próximo año, “al menos el 50% debería dedicarse a venderlo al detalle”, agrega el agricultor, quien espera generar lazos de acercamiento con supermercados de la zona.
Pero la internacionalización no es una utopía para Savekar y el resto de quienes participan del negocio de las almendras en Las Barrancas. Ello, pese a que en el corto plazo desean consolidar el mercado interno, vía muy diferente a la seguida por Agronuez que tuvo que responder casi de inmediato a la demanda de Inglaterra, Escocia y Alemania. “Estamos vendiendo localmente por el momento, aunque tenemos entendido que la India importa almendros con cáscara, seguramente para ocupar mano de obra local”, infiere Manuel Vargas. Añade que “aún se está en una etapa muy temprana para dar ese salto, aunque se verá con posterioridad, ya que sería un sueño exportar (…) Habrá que esperar al país donde se pague mejor”.
Bernardo Salinas, a su vez, resalta las condiciones organolépticas del fruto. “La almendra es altamente demandada en el mundo, especialmente por la industria de confites. Prueba de ello son las nueces del Choapa que luchan palmo a palmo con las francesas. Y en ese sentido no tengo dudas que las almendras de Las Barrancas tienen las mismas capacidades y cualidades”, comenta.
ENTRE TUERCAS Y PELONES
Como todo negocio artesanal, el fin mediato es lograr aumentar la producción, pero para ello se necesita tener instrucción, dinero y buena producción. Coincidentemente en esos tres elementos estuvo el Instituto de Desarrollo Agropecuario. El primero a través del Servicio de Asesoría Técnica (SAT), el segundo con un PDI (Programa de Desarrollo de Inversiones) y el tercero con apoyo técnico- profesional.
“Para mí es un orgullo ver cómo ha evolucionado esta empresa que vi nacer en 2003 cuando era jefe de Área de Indap y donde estaban estos terrenos sin ocupar con una hoya hidrográfica importante. Pero para que se diera lo que es hoy se requirieron dos cosas: Un hombre emprendedor que visualizó un negocio con riesgos, pues no era masivo y el otro una institución que lo apoyara”, rememora Bernardo Salinas, director regional de Indap.
Pero el aporte público no se detiene allí, sino que se ha ido de la mano con la evolución de las empresas que componen a los productores de almendras. Prueba de ello son los $780 mil que se entregaron para la construcción de una bodega de 80 m2 donde se albergarán miles de unidades.
Pero la mayor contribución se concretó el año pasado cuando algunos socios fueron a Curacaví a comprar una máquina despelonadora, o sea, que saca las cáscaras a las almendras. “Esto nos cambió la vida, ya que redujo los tiempos y nos ayuda a comercializar de manera más expedita nuestro producto”, estipula Pascual Ávila, uno de los agricultores.
Y vaya que es significativa la entrada en operación de este instrumental, pues es capaz de procesar 300 kilos por hora. “Para esa misma cantidad se necesita de mucha gente”, confirma Ávila, quien se apresura a limpiar los restos de polvo y almendras que aún yacen en la máquina, que de seguro, les traerá réditos a estos empeñosos emprendedores que junto a Indap le han ganado a la desertificación y a sus propias metas.
LA VUELTA DE MANO A LAS ABEJAS
Hace unos años, Manuel Vargas y sus socios cerraron un interesante vínculo con la apicultura (miel). Esto, pues en sus predios posee un panal que permite que las abejas polinicen los árboles. “Las trajimos para aumentar la fecundidad y para obtener una buena cuaja, aunque quizás más adelante logremos producir almendras con miel”, asegura sonriendo este hombre de campo. Bernardo Salinas, expresa que “esta sinergia con otras redes, especialmente con la apícola, los vinculará con otros productores y colmenas, lo que contribuye a la cadena”, concluye.
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