viernes, 8 de mayo de 2009

Un tranvía llamado deseo


Aquel chiquillo que peloteaba todo el día con sus amigos en las húmedas calles del barrio Virgilio de El Llano en Coquimbo, poco a poco fue creciendo. Si en el colegio destacaba por ser el primero en animar una rifa o una fiesta con tal de conseguir recursos para un curso que soñaba con viajar -pese a que el dinero se contaba con los dedos-, en la enseñanza media ese instinto lo llevó a ser reconocido por moros y cristianos, pues lograba poner de acuerdo en un partido de fútbol a hinchas piratas y papayeros sin que ninguno de los dos llegara a los golpes.
Era Manuel Letelier Godoy, un joven que cuando salió de la enseñanza secundaria a fines de los sesenta, la sociedad entraba en un ideológico sentimiento hippie, antibelicista y anárquico que sacaba sus primeras chispas en Chile. Pero su cabellera rizada y larga no sucumbió ante los acordes de Jimi Hendrix o Carlos Santana, sino que su instinto lo llevó a desplazarse 561 kilómetros al norte para instalarse en El Salvador, específicamente en la División Norte de Codelco.
Sus dotes de organizador y motivador no se hicieron esperar y se ganó un respeto que hoy recuerda como uno de los pasajes más importantes de su existencia. A los pocos años ya era dirigente de uno de los sectores de extracción de cobre. Ayudó en innumerables ocasiones a los más desposeídos de la zona cuprífera a través de colectas, espectáculos a beneficio o simplemente escuchando sus dramas. “Siempre he sentido la necesidad de oír los problemas de los demás, pues uno con la cabeza fría puede guiarlos y a mostrarles que existe la luz al final del túnel”, rememora.
Fue un cuarto de siglo lo que permaneció en tierras salvadoreñas donde de vez en cuando se imaginaba haciéndose pequeño, una vez más, para poder correr por la costanera o estirarse en la playa y ver cómo descargaban albacoras en el terminal pesquero.
“Un día dije está bueno, me voy a mi puerto y me ha ido muy bien, ya que he conocido harta gente, además que es bonito encontrarse con compañeros de curso, amigos y familiares”, sentencia no sin antes tomar un respiro.
Y es que este hombre es sensible, pese a que deba proyectar una imagen de dureza como presidente de la Línea de Colectivos Nº 42 de Coquimbo, en la que lleva 15 años, luego que en la primera asamblea que asistió nadie quisiera hacerse cargo de la empresa. “Asumí este desafío porque este grupo merecía un futuro con mejores expectativas para progresar”, recuerda, al mismo tiempo que remarca que la única motivación para levantar la mano en esa acalorada sesión fue aportar con el desarrollo al transporte público de la ciudad puerto.

ENSEÑANZA AL VOLANTE
Llegó sin saber nada de transporte y hoy ha hecho de todo. “Manuel ha logrado darle una identidad a esta compañía, congeniando un buen servicio con una calidad de trabajo”, especifica Jorge Araya, tesorero de la línea.
Y no deja de tener razón, pues la primera instrucción que les dio a sus asociados era que durante el año debían cancelar una cuota, de manera que en el verano y junto a sus respectivas familias tuvieran un día de diversión en algún camping y playa, además de un aniversario con sus asociados y conductores. Así, tal como cuando era niño y recolectaba la plata de las rifas, Manuel le ganaba a la adversidad de la vida.
Habiendo logrado una identificación con la línea, la meta ahora fue ganarse el cariño de los vecinos del sector de El Calvario, en la parte alta de la ciudad puerto. “Cuando se inauguró el recorrido de la línea, era una zona de pura tierra y peñascos, lo que dificultaba el tránsito”, indica Manuel, quien poco a poco instó a los vecinos a que participaran en el programa Pavimentos Participativos que promueve el Serviu.
El presidente de la Comisión de de Disciplina, José Baeza, asegura que esa disposición generó un cariño especial. “Si hoy no tenemos problemas con la gente de la parte alta, es porque la hemos sabido entender y le hemos abierto nuestros espacios”.
Responsable de aquello fue la directiva de la entidad, pues el año 2008 se ganaron un concurso en Chilenter lo que permitió que llegaran hasta la sede ocho computadores. “A veces los mismos niños y jóvenes de las casas vecinas llegan a las clases del profesor de computación”, confirma Letelier, quien acaba de ser reelecto como mandamás de la Federación de Coquimbo, que agrupa a nueve líneas por el periodo 2009 – 2010.

CREANDO SOBRE RUEDAS
Hace seis años, la directiva de la línea 42 quiso ampliar su giro. Con un servicio consolidado, la idea ahora era dar un salto y diversificar, para ello, no se dudó con coquetear con el rubro turístico. Hubo ciertas ideas, pero ninguna que los convenciera del todo, eso sí tenían claro que el motivo sería un medio de transporte. “Uno de los socios dijo que podía ser un bus con forma de barco pirata, pero el grado de elaboración era demasiado y los costos se nos iban por las nubes”, sostiene quien maneja las platas, Jorge Araya.
No pasó mucho tiempo para que los creativos “le dieran con el palo al gato”. Debieron romper el chanchito y desembolsar varios millones para adquirir una carrocería de segunda mano que después fue adornada con motivos alegóricos que dio paso a un tren. Al principio lo utilizaban para pasear por la comuna a los niños de escasos recursos de El Sauce, El Calvario y Punta Mira.
Conciente de esas anécdotas es el conductor del trencito, Eduardo Luna, o más conocido en el ambiente vial como el “Mentolatum”. “Me dicen así porque no tengo oficio fijo y le pego a todo”, comenta este porteño y acérrimo fanático de Coquimbo Unido. Pese a que estuvo sin manejar durante dos años, las enseñanzas son incontables. “El tren es como mi hijo, lo manejo como quiero y me felicitan por ello”, dice orgulloso.
Durante el verano, este medio de movilización recorrió las principales arterias de la comuna donde se ganó todos los aplausos de los turistas. “Me dijeron que lo encuentran bonito y atractivo para desplazarse”, añade el Mentolatum dejando ver la falta de algunas piezas dentales.
Pero pronto el tren no dio abasto y se pensó en algo más grande. Esta vez fue una armazón de micro la que completó el sueño de la línea. Esto porque construyeron un tranvía con capacidad para cuarenta personas cómodamente sentadas. “Durante el verano fue una novedad, incluso las delegaciones que llegaron para el Mundial Femenino el año pasado lo miraban con sorpresa”, apunta “El Maradona”, otro personaje con disfraz de conductor y cuyo nombre verdadero es Raúl Carvajal. “Este medio de transporte cumple todas las condiciones de seguridad y el tour es muy lindo para el turista para que conozca las bondades de la ciudad”.

¿BUSES EN FUGA?
Durante el verano los socios de la línea se vieron en una encrucijada, debido a que desde Tongoy los llamaron para que llevaran el tren y el tranvía y así deleitar a los visitantes. No obstante, la respuesta fue negativa, ya que el compromiso era con el municipio de Coquimbo. “La ayuda que nos prestó el Departamento de Tránsito y el propio alcalde nos hicieron desistir de llevar el transporte al balneario”, asegura el tesorero Catalán.
En todo caso, no descartan que para el próximo periodo estival haya una posición diferente. “En la medida que nos fortalezcamos, podremos abarcar otros lugares, pero primero queremos fortalecernos en la comuna”, precisa.
Y no debe sorprendernos que en los próximos años haya más novedades, pues desde ya se especula cuáles serían los siguientes pasos. “Queremos agrandar el tranvía y después hacer un galeón. Creemos ciegamente que lo vamos a conseguir, porque si la gente de la línea pone su esfuerzo, nuevamente haremos realidad nuestros anhelos”, remata Letelier, para quien los sueños fueron hechos para cumplirse.

EL MEJOR ADIÓS
Hilda Jiménez debe ser una de las pocas personas dentro de la compañía que conoce a cada uno de los 30 socios que la componen. Sabe sus patentes y los autos que tienen. “Es una de las fundadoras”, bromea el presidente Manuel Letelier para definir su estatus dentro de la empresa. Ella, más modesta, posa su argumento en los 14 años que lleva como secretaria, por lo que “cuando entra uno nuevo, no cuesta tanto ingresarlo al disco duro mental”, asevera. Pero sin lugar a dudas uno de los pasajes que más hondo calaron en la vida de esta esforzada mujer fue el apoyo que recibió cuando su hija sufrió una severa afección de salud. “Los compañeros de trabajo se comportaron muy bien…”, sostiene hasta que se le quiebra la voz. Toma aire y mira recurrentemente la imagen de su niña que está en el monitor del computador. Al proseguir toma las mismas fuerzas que alguna vez le entregaron sus amigos y añade que “destaco cuando mi hija estuvo enferma, pues se portaron muy bien. Ella ya no está conmigo y el funeral fue un homenaje demasiado lindo (…) Estoy muy agradecida”, explica.

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