viernes, 1 de agosto de 2008

Planta de biodiesel: El lado verde de San Ramón


Cuando Eugenio Munizaga llevaba sólo unas horas de haber asumido su segundo periodo al frente de la Sociedad Agrícola del Norte (SAN), una de las consultas que se le hizo fue si la región estaría en condiciones de aportar a la política de Estado que había propiciado la misma Presidenta Michelle Bachelet para generar biocombustibles y así hacer frente a la escasez de petróleo y su posterior aumento de precio. Su reacción fue inmediata y clara: “No hay una idea concreta, porque estamos en pañales, se necesitan estudios más acabados”, dijo seguro, no sin antes haber reflexionado en silencio en su estrado.
Si bien, desde un comienzo se habló que el primer impulso lo darían los residuos forestales -prueba de ello es la unión de antiguos competidores como el grupo Matte y Angelini- los extensos campos de Chile podrían también aportar con un granito de arena.
En un principio fue la vinaza, residuo del pisco, el que concentró el interés de los investigadores y expertos, quienes visualizaron una potente materia prima para aminorar la escalada de precios y comenzar a sentar un precedente en esta materia.
Asumiendo que la Región de Coquimbo produce el 90% del pisco a nivel nacional, la zona se izaría como uno de los motores de esta nueva proyección. No obstante, y tal como lo dijo Munizaga, la falta de datos y experiencias concretas que patentasen su eficiencia, postergaron su implementación.
Sin embargo, dentro de la generación de biocombustibles no sólo existe una dependencia de productos orgánicos o desechos vegetales, sino que también de los más increíbles residuos que distintas empresas dan de baja. Este es el caso del aceite vegetal y animal. Desechado regularmente por los supermercados, un emprendedor local vio en ellos una fuente de ingresos y también de inversión, pues dentro de sus proyecciones está -en el mediano plazo- reemplazar el uso del petróleo en los automóviles.

EL EJEMPLO PARTE EN… AUTO
Tal como muchos habitantes de la región, Cristián Espinoza había tarjado el día jueves de su calendario. Y no es que fuera supersticioso u obcecado, sino que era tenor de todas las semanas que debía sacar unos pesos de más de sus bolsillos para poder llenar el estanque de gasolina de su vehículo.
Cansado de ver cómo el precio del petróleo no tenía techo, decidió investigar cómo eludir este gasto necesario, pero muy elevado. Realizó algunas averiguaciones, se introdujo en la producción de biocombustibles y cotejo precios de equipos de elaboración.
Con esos antecedentes sobre la mesa, no tuvo más dudas: Era su oportunidad, primero de reajustar a la baja sus gastos en petróleo y segundo, una gran alternativa de negocio.
Consiguió los $15 millones que costaba comprar una planta desde Estados Unidos y traerla a Chile. Nacía así su empresa, GreenOil.
La característica de este centro tecnológico es que utiliza como insumo la grasa que los grandes retailers botan al tacho de la basura. “Las obtengo de los supermercados y realizo un pequeño proceso donde obtengo una alternativa al petróleo”, aseveró Espinoza.
Y vaya que la apuesta sí que es eficiente, pues al mezclarla con etanol y metanol, logra producir entre 5 mil y 6 mil litros mensuales. Es decir, 72.000 litros en un año, lo que equivale a llenar 1.800 estanques de autos.
“Una de mis metas es poder ampliar este beneficio a todos lo vehículos porque son precisamente los automovilistas, quienes más han sufrido con este incremento de los valores del crudo”, manifestó.
Y apara dejar en evidencia que no es aislada esta opción, él hace poco menos de seis meses transita por las calles de la región con biodiesel. “No he tenido ningún problema, he ahorrado y me ha funcionado a la perfección”, agregó este emprendedor.

PIEDRAS EN EL CAMINO
A pesar de tener su centro de operaciones en el sector de San Ramón en Coquimbo y de casi no aguantar las ganas de poder iniciar el proceso de elaboración a nivel industrial, ha tenido que hacer frente a una serie de exigencias que tienen detenido este proyecto. Al consultarle por estos requerimientos, el ánimo de Espinoza se viene rápidamente al suelo.
Dentro de los requisitos se cuenta el de estar inscrito en el listado que ha dispuesto la normativa del Ministerio de Economía y que se refiere al Fomento y la Reconstrucción, publicada en el Diario Oficial el 9 de mayo pasado. En esa instancia se verificarán las características que tiene el producto final y la calidad de los compuestos químicos que utiliza.
“Yo sólo busco un espacio de desarrollo, hay toda una iniciativa detrás que me tiene agobiado y muy desanimado, porque no puedo concretar este trabajo”, señaló este microempresario.
De acuerdo al artículo 15 de la normativa, todas estas propuestas de generación de energía deberán inscribirse en un registro que establezca la Superintendencia de Energía y Combustibles (SEC), para posteriormente clasificarla en áreas.
Pero Cristián Espinoza no apuntar sus dardos hacia esa instancia, sino que a la autoridad sanitaria, pues ha presentado cuatro veces el proyecto definitivo y en todas ha tenido que devolverse a su casa con observaciones o recriminaciones por mandatos no cumplidos.
La seremi de Salud, Anita Bonell, tiene bastante claro el escenario y acotó que existe una serie de dudas en torno a esta idea. El principal tiene que ver con la formación de jabones y glicerina que serían parte de los residuos que dejaría esta planta. “No se sabe en qué recipientes se van a disponer, ni tampoco sabemos si estarán bien almacenados. Nos preocupa bastante cómo será la manipulación”, sentenció la autoridad.
Así también, existen otras conjeturas porque el terreno que arrienda en San Ramón, no cuenta con agua potable ni alcantarillado, lo que impide que el informe sanitario logre el visto bueno de la autoridad. A esa situación, se agrega que para esa zona no está contemplado ningún sistema APR (Agua Potable Rural), por lo que la mayoría de sus “vecinos” accede al vital elemento del canal Bellavista.
“Sin contar con agua potable ni alcantarillado, por norma sanitaria, no podríamos extenderle ningún permiso, además que tampoco nos consta que esté inscrito en el SEC”, aseveró Bonell.
La respuesta de Cristián Espinoza no se deja esperar, pues aludió que varias de este tipo de plantas sí operan con un rango de agua potable limitado en el Norte Grande de Chile. “Yo sólo necesito agua industrial, porque la orientación de mi proyecto va hacia elaborar procesos y ahí no se contempla el agua”, afirmó.
El manto de dudas también se puso sobre su iniciativa, toda vez que San Ramón es la zona agrícola por excelencia junto a Pan de Azúcar de la comuna de Coquimbo, por lo que la instalación ya saca ronchas en algunos empresarios del agro.
“Esperamos que comience a funcionar sólo cuando tenga los permisos y cuando la autoridad haya hecho los estudios correspondientes, pues no nos gustaría que se produjese una contaminación”, estableció un agricultor que prefirió dejar en reserva su identidad para no entrar en controversias.
A pesar de la cantidad de litros que se generarían en la planta, la Comisión Nacional de Medio Ambiente (Conama) a través de su dirección regional, no incluyó el proyecto dentro del Sistema de Impacto Ambiental, debido a que es de dimensiones y alcances pequeños.
Por esta razón, la autoridad sanitaria ha intensificado el control hacia la propuesta, ya que visualizan un potencial foco de vectores contaminantes (olores y moscas) si no hay un tratamiento integral a los residuos.
“Hemos visto muchas dificultades en la información entregada. Por ejemplo no sabemos cómo será el transporte de la grasa, el bodegaje de una fuente orgánica como los aceites o si éstos son peligrosos, ya que mezclados con el etanol y el metanol, que son inflamables, podrían generar un riesgo por una reacción química”, puntualizó Anita Bonell.

$40 MILLONES A LA ESPERA
Promoviendo las cualidades de la planta que ya se encuentra instalada en una parcela que arrendó hace unos meses, Cristián Espinoza, está seguro de los beneficios que podría traer para el mapa energético de la región contar con un engranaje como el que importó.
Esto porque de consolidar un mercado y propiciar un circuito de clientes y proveedores, está dispuesto a invertir $40 millones para traer un equipo aún más eficiente y poderoso que llegaría a producir entre 50 mil y 60 mil litros cada treinta días. “Sólo quiero comenzar con este negocio, no quiero que me corten las manos antes de empezar”, explicó.
Lo cierto es que mientras no haya cumplimiento, esta idea de generar biodiesel desde la región, sólo se quedará en el intento y tendremos que seguir ajustando nuestros bolsillos a los precios internacionales de los combustibles.

LA DEPENDENCIA DE LOS FÓSILES
El economista Gustavo Mallat no es tan optimista con la introducción de un nuevo concepto de energía. “Si la generación de biocombustibles implica posponer la producción alimenticia, sabiendo que con ello se encarecerán los valores, creo que es un tema para revisar. Yo no sería tan optimista”, dijo. Agregó que la materialización de combustibles fósiles (carbón y petróleo) o naturales inciden en el entorno. “Los fósiles son contaminantes y el biodiesel implica aprovechamiento de bosques vírgenes y selva tropical. Además, hay que tomar en cuenta la decisión de prescindir de este tipo de energía, yo no estaría tan seguro que vaya ser tan fácil desprenderse del petróleo o el carbón”, precisó.

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