
Por más que sacaba cuentas no le daba con su presupuesto. Y eso que no venía a comprar grandes cantidades de carne, sino que sólo para el consumo semanal, el que se remitía a un cuarto de lomo liso y dos bandejas de carne molida. Bella Calderón se fue un poco ofuscada, lo que se tradujo en su disposición al momento de querer saber su impresión del alza generalizada que tendrá este producto, el que resulta esencial dentro de la idiosincrasia criolla para celebrar a nuestra patria en septiembre.
Pero para entender por qué debemos pagar más por un producto similar, hay que remitirse a las fuentes abastecedoras. Sí, a pesar de lo extenso del país y de los polos de desarrollo bovino, caprino y porcino, aún no somos capaces de dar abasto a la demanda interna por carne. Debido a ello, se tuvo que recurrir a los vecinos argentinos, quienes en su larga y productiva pampa han sabido sacarle provecho a uno de los insumos que los ha posicionado como el segundo país exportador de este producto en el planeta tras Estados Unidos.
Lo cierto es que los problemas con la nación trasandina comenzaron hace cuatro meses. Si bien el abastecimiento de gas fue el que ocupó las portadas de los medios, sigilosamente Buenos Aires también nos cortó la carne, aunque suene paradójico.
Chile, en vista de una potencial carencia en la oferta, debió recurrir a otros países de la región sudamericana como Paraguay, Brasil y Uruguay, de modo de mantener la ecuación gasto, envío, transporte y distribución, bajo patrones similares a los que se tenían cuando se negociaba con los proveedores argentinos.
El único problema es que con el correr de los meses en esas naciones el precio de la carne sufrió la incidencia del encarecimiento de los insumos energéticos, de los alimentos y de la tendencia de reducción de alimentos, por lo que se produjeron incrementos de hasta un 100%. Bajo ese espiral de alzas, Chile tuvo que pagar las consecuencias de importación, las que, lamentablemente, ahora deberán ser costeadas por los usuarios en plenas Fiestas Patrias.
Además que países como Rusia que con un alto poder de compra y una demanda mayor a la nuestra, dejaron desprovistas las estanterías en Paraguay y Brasil. El aumento de 500 mil a 1 millón de toneladas en los últimos dos años determinó el stock de nuestros abastecedores.
“No puede ser, si antes yo pagaba 4 mil pesos por kilo y ahora está en 7.500 pesos. Así no dan ganas ni siquiera de celebrar”, dice la señora Bella que desde Las Compañías bajó al centro de la comuna en busca de los mejores precios.
En todo caso, sería muy poco objetivo no buscar las razones de este escenario de incrementos sin echar un vistazo a la realidad nacional, pues los productores locales tienen bastante que decir, especialmente en lo relacionado con la optimización de sistemas de engorde.
La voz autorizada del sector es Alejandro Granzotto, presidente de Fedecarne, quien tuvo espacio para un mea culpa. “Durante los meses de invierno, los bovinos chilenos no han engordado lo suficiente, lo que ha provocado una falta de stock y por ende una incidencia en las cifras”, señala.
¿EN VARA O AL VACÍO?
Mientras la señora Bella toma su carro y se pierde por el pasillo de los cereales, Jorge Reyes no le quita los ojos de encima a un lomo vetado que luce reluciente tras una vitrina. Si bien está cotizando en varios lugares antes de hacer la gran compra para este 18, nos adelanta que lo más probable es que se decida por un supermercado. “Me gusta más por la calidad del producto, además que encuentro que es más económico”, nos comenta. El año pasado, este trabajador gastó cerca de 20 mil pesos en varios kilos de pollo, pavo, vacuno y cerdo. “Espero que esta vez me alcance para la misma cantidad”, asegura, mirando de reojo si es que le toca su turno de atención.
Pero, aparte de la conveniencia en los costos, Reyes señala que le resulta más cómodo venir a compra a un retailer, porque “es más rápida la atención, además de poder elegir el corte y la forma”.
En todo caso, los atributos de las carnes de los supermercados también han logrado cautivar a más de una indecisa dueña de casa que por años se movía dentro de un circuito de barrio para adquirir los alimentos. Una de ellas es Julia Díaz, quien no pasa por un buen momento económico. “Por eso es que vengo al supermercado, porque es más barato”, nos indica, aunque de inmediato superpone la calidad del producto al de un negocio menor. El año pasado fueron 15 mil los pesos que invirtió para que los cinco miembros de su familia disfrutaran de los cuatro días de festividad.
Ella, al igual que cientos de miles de consumidores, probablemente comprará antes la carne para evitar que la envuelva el espiral de gastos dieciochero, que en más de una ocasión ha hecho trastabillar el presupuesto familiar. “Voy a comprar antes, porque no quiero pagar de más”, cuenta decidida.
No obstante a la importancia de pagar menos, a veces la calidad no va de la mano con el precio. Así lo ratifican quienes saben de estos temas.
Carlos Villanueva, administrador de Carnes Don Francisco, local que se ubica a un costado de la Recova, es un convencido que la gente de supermercado no sabe lo que está comprando. Antes de hacer mención a los precios, el comerciante enfatiza en los atributos. “La calidad del producto es esencial en este negocio, por ejemplo todas nuestras carnes son traídas de Osorno y corresponden a la clase B, lo que le da una textura blanda, exquisito aroma y una muy buena contextura”.
Roland Quilodrán, administrador de Carnes Santa Ana, confirma esa cualidad implícita de las carnicerías. “La gente nos ha estado prefiriendo porque se le entrega un producto más fresco y nacional, a diferencia de los cerrados al vacío”, explica.
DESPUNTE EN VIVO Y EN DIRECTO
De acuerdo al último informe semanal de la Oficina de Estudios y Política Agraria (ODEPA) del Ministerio de Agricultura, las diferencia entre un gran centro de comercio y uno menor en el segmento carne, se estableció en 23% a favor de este último. Actualmente y cuando ya no da lo mismo donde comprar, las carnicerías han tenido un importante aumento en su afluencia de clientes.
Así lo deja de manifiesto el propietario de Carnes El Bigotito de Tierras Blancas, Daniel Berríos. “La gente ya no está bajando a Coquimbo y prefiere comprar acá. Lo que es muy bueno, porque se están dando cuenta que además de tener una calidad superior a las de los supermercados, es barata”, sostiene.
En Carnes Santa Ana, si bien reconocen que a igual fecha del año pasado presentan un 20% menos de ventas, “se nota que hay un cambio en la actitud de la gente. El alza en los precios de las carnes, los ha devueltos por estos lugares”, precisa Roland Quilodrán, administrador del denominado local más barato de toda la Región de Coquimbo.
Pero no sólo Coquimbo ha tenido este reencanto por el fileteo y el despunte en vivo y en directo, sino que la capital regional poco a poco ha sido testigo de la reconversión de las caseritas.
María Lorena Arancibia casi nunca venía al supermercado, pues su marido después del trabajo llevaba un par de filetes del supermercado. “Como él ahora está en Copiapó, soy yo quien debe hacer las compras. Y de todas maneras me quedo con las carnicerías, porque hay precios más convenientes y productos más atractivos”, sentencia.
Un caso similar le ocurre a Claudio Flores, quien trabaja en Coquimbo, pero vive en Las Compañías. “No hay un mejor tapapecho que el de Carnes Don Francisco, así es que cada vez que puedo adquiero uno”, explica mientras cancela dos kilos de este producto.
¿QUIERES AGREGAR DOBLE HAMBURGUESA?
Con el encarecimiento de la carne, los distribuidores locales se la jugaron en pleno por traer este producto desde distintos lugares. A la ya nombrada región sudamericana se sumó Oceanía. Sí, desde el otro rincón del mundo hace tres meses arribaron al país las carnes australianas, la que dentro de su marketing de posicionamiento en el target nacional ha utilizado la certificación como carta de presentación.
Actualmente es distribuida por una gran cadena de supermercados y si bien ha tenido una buena acogida, sus altos precios (por sobre los 6 mil pesos), aún no las hacen masivas.
Con una demanda que se incrementa en un 60% y 80% en Fiestas Patrias, los comerciantes del rubro no estaban dispuestos a echar por la borda la mejor época del año espantando a los clientes con precios cercanos a los 9 mil pesos, por lo que jugaron todas sus cartas a importar carne estadounidense. La idea era mantener el margen de ganancias que en promedio varía entre 30% y 50% más que un mes normal.
En todo caso, la carne del gigante del norte no estaba exenta de polémicas, ya que desde que salió publicado un libro del reconocido cineasta Morgan Spurlock, la reputación de este millonario mercado en todo el mundo literalmente fue “trozado”.
Para probar su tesis de “envenenamiento” con este producto, tuvo que pasar un mes bajo una estricta dieta alta en calorías y grasas. Spurlock se introducía al mundo de la comida chatarra.
Tras 30 días donde basó su alimentación en ingesta sin control de grasas saturadas, los resultados fueron elocuentes: Once kilos de sobrepeso, 65 puntos más de colesterol, depresión y una potente desidia sexual.
Su experiencia la vertió en un best sellers llamado “Don´t Eat This Book” (No te comas este libro), en el cual narra cada una de sus peripecias entre papas fritas, lomitos, mayonesa, ketchup y salsa picante.
Claramente después de leer este “indigerible” relato que desde su edición en el 2005 ha vendido dos millones de copias, ya no dará lo mismo cuando pregunten en los locales de comida rápida: ¿Quieren agregar una hamburguesa doble?
Pero para entender por qué debemos pagar más por un producto similar, hay que remitirse a las fuentes abastecedoras. Sí, a pesar de lo extenso del país y de los polos de desarrollo bovino, caprino y porcino, aún no somos capaces de dar abasto a la demanda interna por carne. Debido a ello, se tuvo que recurrir a los vecinos argentinos, quienes en su larga y productiva pampa han sabido sacarle provecho a uno de los insumos que los ha posicionado como el segundo país exportador de este producto en el planeta tras Estados Unidos.
Lo cierto es que los problemas con la nación trasandina comenzaron hace cuatro meses. Si bien el abastecimiento de gas fue el que ocupó las portadas de los medios, sigilosamente Buenos Aires también nos cortó la carne, aunque suene paradójico.
Chile, en vista de una potencial carencia en la oferta, debió recurrir a otros países de la región sudamericana como Paraguay, Brasil y Uruguay, de modo de mantener la ecuación gasto, envío, transporte y distribución, bajo patrones similares a los que se tenían cuando se negociaba con los proveedores argentinos.
El único problema es que con el correr de los meses en esas naciones el precio de la carne sufrió la incidencia del encarecimiento de los insumos energéticos, de los alimentos y de la tendencia de reducción de alimentos, por lo que se produjeron incrementos de hasta un 100%. Bajo ese espiral de alzas, Chile tuvo que pagar las consecuencias de importación, las que, lamentablemente, ahora deberán ser costeadas por los usuarios en plenas Fiestas Patrias.
Además que países como Rusia que con un alto poder de compra y una demanda mayor a la nuestra, dejaron desprovistas las estanterías en Paraguay y Brasil. El aumento de 500 mil a 1 millón de toneladas en los últimos dos años determinó el stock de nuestros abastecedores.
“No puede ser, si antes yo pagaba 4 mil pesos por kilo y ahora está en 7.500 pesos. Así no dan ganas ni siquiera de celebrar”, dice la señora Bella que desde Las Compañías bajó al centro de la comuna en busca de los mejores precios.
En todo caso, sería muy poco objetivo no buscar las razones de este escenario de incrementos sin echar un vistazo a la realidad nacional, pues los productores locales tienen bastante que decir, especialmente en lo relacionado con la optimización de sistemas de engorde.
La voz autorizada del sector es Alejandro Granzotto, presidente de Fedecarne, quien tuvo espacio para un mea culpa. “Durante los meses de invierno, los bovinos chilenos no han engordado lo suficiente, lo que ha provocado una falta de stock y por ende una incidencia en las cifras”, señala.
¿EN VARA O AL VACÍO?
Mientras la señora Bella toma su carro y se pierde por el pasillo de los cereales, Jorge Reyes no le quita los ojos de encima a un lomo vetado que luce reluciente tras una vitrina. Si bien está cotizando en varios lugares antes de hacer la gran compra para este 18, nos adelanta que lo más probable es que se decida por un supermercado. “Me gusta más por la calidad del producto, además que encuentro que es más económico”, nos comenta. El año pasado, este trabajador gastó cerca de 20 mil pesos en varios kilos de pollo, pavo, vacuno y cerdo. “Espero que esta vez me alcance para la misma cantidad”, asegura, mirando de reojo si es que le toca su turno de atención.
Pero, aparte de la conveniencia en los costos, Reyes señala que le resulta más cómodo venir a compra a un retailer, porque “es más rápida la atención, además de poder elegir el corte y la forma”.
En todo caso, los atributos de las carnes de los supermercados también han logrado cautivar a más de una indecisa dueña de casa que por años se movía dentro de un circuito de barrio para adquirir los alimentos. Una de ellas es Julia Díaz, quien no pasa por un buen momento económico. “Por eso es que vengo al supermercado, porque es más barato”, nos indica, aunque de inmediato superpone la calidad del producto al de un negocio menor. El año pasado fueron 15 mil los pesos que invirtió para que los cinco miembros de su familia disfrutaran de los cuatro días de festividad.
Ella, al igual que cientos de miles de consumidores, probablemente comprará antes la carne para evitar que la envuelva el espiral de gastos dieciochero, que en más de una ocasión ha hecho trastabillar el presupuesto familiar. “Voy a comprar antes, porque no quiero pagar de más”, cuenta decidida.
No obstante a la importancia de pagar menos, a veces la calidad no va de la mano con el precio. Así lo ratifican quienes saben de estos temas.
Carlos Villanueva, administrador de Carnes Don Francisco, local que se ubica a un costado de la Recova, es un convencido que la gente de supermercado no sabe lo que está comprando. Antes de hacer mención a los precios, el comerciante enfatiza en los atributos. “La calidad del producto es esencial en este negocio, por ejemplo todas nuestras carnes son traídas de Osorno y corresponden a la clase B, lo que le da una textura blanda, exquisito aroma y una muy buena contextura”.
Roland Quilodrán, administrador de Carnes Santa Ana, confirma esa cualidad implícita de las carnicerías. “La gente nos ha estado prefiriendo porque se le entrega un producto más fresco y nacional, a diferencia de los cerrados al vacío”, explica.
DESPUNTE EN VIVO Y EN DIRECTO
De acuerdo al último informe semanal de la Oficina de Estudios y Política Agraria (ODEPA) del Ministerio de Agricultura, las diferencia entre un gran centro de comercio y uno menor en el segmento carne, se estableció en 23% a favor de este último. Actualmente y cuando ya no da lo mismo donde comprar, las carnicerías han tenido un importante aumento en su afluencia de clientes.
Así lo deja de manifiesto el propietario de Carnes El Bigotito de Tierras Blancas, Daniel Berríos. “La gente ya no está bajando a Coquimbo y prefiere comprar acá. Lo que es muy bueno, porque se están dando cuenta que además de tener una calidad superior a las de los supermercados, es barata”, sostiene.
En Carnes Santa Ana, si bien reconocen que a igual fecha del año pasado presentan un 20% menos de ventas, “se nota que hay un cambio en la actitud de la gente. El alza en los precios de las carnes, los ha devueltos por estos lugares”, precisa Roland Quilodrán, administrador del denominado local más barato de toda la Región de Coquimbo.
Pero no sólo Coquimbo ha tenido este reencanto por el fileteo y el despunte en vivo y en directo, sino que la capital regional poco a poco ha sido testigo de la reconversión de las caseritas.
María Lorena Arancibia casi nunca venía al supermercado, pues su marido después del trabajo llevaba un par de filetes del supermercado. “Como él ahora está en Copiapó, soy yo quien debe hacer las compras. Y de todas maneras me quedo con las carnicerías, porque hay precios más convenientes y productos más atractivos”, sentencia.
Un caso similar le ocurre a Claudio Flores, quien trabaja en Coquimbo, pero vive en Las Compañías. “No hay un mejor tapapecho que el de Carnes Don Francisco, así es que cada vez que puedo adquiero uno”, explica mientras cancela dos kilos de este producto.
¿QUIERES AGREGAR DOBLE HAMBURGUESA?
Con el encarecimiento de la carne, los distribuidores locales se la jugaron en pleno por traer este producto desde distintos lugares. A la ya nombrada región sudamericana se sumó Oceanía. Sí, desde el otro rincón del mundo hace tres meses arribaron al país las carnes australianas, la que dentro de su marketing de posicionamiento en el target nacional ha utilizado la certificación como carta de presentación.
Actualmente es distribuida por una gran cadena de supermercados y si bien ha tenido una buena acogida, sus altos precios (por sobre los 6 mil pesos), aún no las hacen masivas.
Con una demanda que se incrementa en un 60% y 80% en Fiestas Patrias, los comerciantes del rubro no estaban dispuestos a echar por la borda la mejor época del año espantando a los clientes con precios cercanos a los 9 mil pesos, por lo que jugaron todas sus cartas a importar carne estadounidense. La idea era mantener el margen de ganancias que en promedio varía entre 30% y 50% más que un mes normal.
En todo caso, la carne del gigante del norte no estaba exenta de polémicas, ya que desde que salió publicado un libro del reconocido cineasta Morgan Spurlock, la reputación de este millonario mercado en todo el mundo literalmente fue “trozado”.
Para probar su tesis de “envenenamiento” con este producto, tuvo que pasar un mes bajo una estricta dieta alta en calorías y grasas. Spurlock se introducía al mundo de la comida chatarra.
Tras 30 días donde basó su alimentación en ingesta sin control de grasas saturadas, los resultados fueron elocuentes: Once kilos de sobrepeso, 65 puntos más de colesterol, depresión y una potente desidia sexual.
Su experiencia la vertió en un best sellers llamado “Don´t Eat This Book” (No te comas este libro), en el cual narra cada una de sus peripecias entre papas fritas, lomitos, mayonesa, ketchup y salsa picante.
Claramente después de leer este “indigerible” relato que desde su edición en el 2005 ha vendido dos millones de copias, ya no dará lo mismo cuando pregunten en los locales de comida rápida: ¿Quieren agregar una hamburguesa doble?
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