miércoles, 17 de septiembre de 2008

Los secretos trentinos de Viña Falernia


Esta historia se remonta a una de las zonas del norte de Italia más tranquilas y bellas. Se trata de Trento, la capital de la región del mismo nombre que por siglos ha cautivado a aquellos viajeros que –impávidos- se someten a la tradición popular de probar uno de los brebajes que ha hecho de esta ciudad una de las más famosas del mundo. Y es que el vino es sinónimo de Trento o por lo menos quienes han tenido la dicha de tenerlo en su paladar, así lo han denominado.
Pero este relato para ser entendido debe remontarse a 1951 y a una Italia que poco a poco salía de una cruenta Segunda Guerra Mundial, donde se le castigó severamente por haber apoyado la cruzada alemana de exterminio y dominación. El comercio y las pequeñas viñas eran los únicos ingresos, limitantes que contrastaban con la riqueza artística que la conectaba con la vanguardia europea.
La familia Olivier Gramola quiso experimentar algo más. Tenía la intención de buscar nuevas fuentes de desarrollo y trabajo. No les importó navegar miles de kilómetros arriba de un barco para instalarse en pleno Valle de Elqui. Las condiciones ambientales y naturales de la zona, les recordó Trento, pero ésta se trataba de su propia historia, la que escribirían con cada amanecer sobre terrenos alegres y verdes, aunque inhóspitos.
Después de intentar con varios rubros, la fértil tierra elquina, que antes de la llegada de esta familia italiana se destacaba por la producción a menor escala de frutales, dio paso a un rubro que hoy en día la tiene disputando premios internacionales en los más recónditos rincones del mundo como Inglaterra, Corea del Sur o Francia: La uva.
Pero no fue hasta 1998 cuando el ahora patriarca de la familia, Aldo Olivier, decide formar una viña de gran producción con la que intentaría elaborar una bebida de calidad. Hábil para los negocios, este trentino no quiso arriesgarse solo y para ello contactó a su primo, el destacado enólogo Giorgio Flessati, con quien formaron lo que es hoy Viña Falernia.

EL NEPTUNO DE VICUÑA
Trento sorprende al viajero por su delicada arquitectura y sus simples corredores que dan paso a antiguas cantinas. No obstante, la presencia de una civilización que marcó a la zona, el Imperio Romano, no pasa desapercibida. Prueba de ello es el nombre latín original, Tridentum, el que fue puesto en honor al dios Neptuno y a los tres montes que rodean su geografía.
Neptuno, quien fue primogénito de Saturno y Ops, además de hermano de Júpiter, era un amante de los caballos. A pesar de ello, eligió como si hogar las profundidades del océano y sólo con su presencia demostraba su poderío.
Una imagen similar posee Aldo Olivier, quien si bien no llega hasta Falernia en caballo, sino que en su camioneta Mitsubishi Montero, es un empresario identificado con el valle. Nunca ha querido cambiar su residencia a La Serena o Coquimbo y se ha mantenido fiel a la tierra que lo cobija hace 57 años. Y es que su personalidad franca y transparente lo han hecho muy querido por sus trabajadores, además de la gente que lo conoce.
Uno de ellos es su primo, Giorgio Flessati, quien destaca que “Aldo siempre se ha preocupado de que la gente tenga trabajo, es por ello que casi la totalidad de los operarios son del pueblo (Vicuña y alrededores), salvo un ingeniero agrónomo que es de Santiago”, nos comenta cuando apenas lleva pocas horas en Chile tras un largo viaje en avión desde Italia.
Pero su poder de decisión ha sido vital para contar hoy en día con una de las instalaciones más modernas del país, pues cuando llevaba poco más de seis años en el rubro de los vinos, construyó una planta con capacidad de 4,5 millones de litros, la que cuenta con la más avanzada tecnología con la que optimiza la producción.
En ésta destacan prensas neumáticas selladas y cubas de acero que permiten la fermentación de entre 15 mil y 30 mil litros. Esa diferencia ha logrado que sus principales compradores sean los mercados europeos hasta donde envía el 99% de las botellas de Sauvignon Blanc, Syrah, Carménerè, Merlot, Chardonnay y Pedro Jiménez.
Pero eso no es todo, pues además, se vanagloria de contar con el predio más alto del país. Y es que los 2.070 metros sobre el nivel del mar que posee Huanta, ha permitido que el sol dé una especial textura, calibre y sabor de las variedades Pedro Jiménez, Syrah y Pinot Noir.

LOS SECRETOS DEL VALLE
Si bien con la implementación de tecnología de punta en el 2004 se logró mejorar el rendimiento de las viñas y el embotellado, la garantía de calidad de Falernia no pasó por estas nuevas dependencias. Esto porque desde el 2002 que figuran consecutivamente en los más importantes certámenes de catas ciegas tanto a nivel nacional como extranjero.
Entonces, ¿por dónde pasará ese secreto traído desde Trento? Giorgio Flessati, socio y enólogo jefe, centra en dos los factores: “El valor es el clima y el suelo, además que la combinación de ambos logran producir uva de alto nivel. Así no es difícil ganar premios, lo complicado es cuando no se elige bien la variedad y no cuentan con un aroma bueno”, precisa con convicción, luego de haber estado en la última competencia en Inglaterra, el Internacional Wine Challenge, donde hubo dos reconocimientos.
El primero de ellos fue para el Carménerè reserva 2005, el que fue elegido como el mejor del mundo bajo el umbral de precio de las 10 libras esterlinas. No menos fue el Syrah Reserva 2005 que logró encaramarse y ser reconocido como el mejor de Chile. “En cuanto al Valle de Elqui somos la mejor (viña). En Chile hay muy buenos vinos y viñas que tienen premios, aunque igualmente no pretendemos ser menos. El vino que se elabora acá es de muy buena calidad”, sentencia Olivier.
Flessati, quien ha estado en predios altamente generosos para realizar la actividad vitivinícola alrededor del mundo, no se cansa de alabar el espacio donde hoy desarrollan faenas de cultivo, cosecha, fermentación y embotellado. “No hay un valle en Chile con estas características. Incluso en esta región, pues el de Limarí no es un valle, debido a que es más abierto. En Elqui tenemos la mejor calidad de luz de todo el mundo”, asevera.
Eso sí, para los más incrédulos, aún restan dudas por resolver, debido a que en el sector se encuentran otras viñas que no han alcanzado la notoriedad de Falernia. Es en ese momento cuando Flessati nombra las palabras claves. “Es un trabajo complejo que se hace en el campo. El 90% de la rentabilidad del vino depende de la calidad de la uva, utilización de tecnología moderna y un buen equipo de trabajo. Y acá los tenemos (todos)” sostiene, mientras mira de reojo el galardón de mejor Carménerè.

DERRIBANDO MITOS
A pesar que por lo joven de las viñas, el futuro es auspicioso, dentro del círculo directivo de Falernia, aún restan muchas barreras que derribar, pues el mercado es uno de los más duros con los productores vitivinícolas, toda vez que fija precios muy por debajo de lo que se debiese comprar.
Esta es precisamente la cruzada que iniciará Aldo Olivier, pues desea que funcione la relación valor – calidad. “Una de nuestras metas se basa en aumentar los precios porque nuestros vinos, que poseen cotizaciones muy bajas, no tienen nada que envidiarle a otros que valen hasta tres veces más. Mi primo, estuvo en Inglaterra, los probó y resulta que la gente prefirió el nuestro. Subir el precio permitirá que la industria funcione mejor”, reflexiona.
Pero no sólo el ámbito vinífero lo mantiene ocupado, sino que también se ha dado el espacio para innovar. A principios de año, cuando el dólar todavía no bajaba de los 500 pesos, no tuvo reparos en hacer valer la crítica ante la devaluación de la divisa. “A veces nos han dado ganas de meter la cabeza debajo del lago (embalse Puclaro), pero hay que seguir”, precisó, fiel a su carisma, en aquella oportunidad.
Hoy es el encarecimiento energético el que lo preocupa. El 60% que ha aumentado el costo, lo ha llevado a efectuar alianzas estratégicas con una empresa especializada de medición del viento, Seawind, mediante la cual proyecta instalar aerogeneradores de 1,5 Mw de potencia y cuyo valor por unidad es de US$1.500.000.
“Llevamos un año de estudio y pruebas para ver qué pasa. Creemos que es un complemento para la energía eléctrica, por lo que tenemos interés en dar este paso”, manifiesta Olivier, quien no descarta más adelante, eso sí, recabar los antecedentes para hacer lo propio con una fotovoltaica (solar). “Antes deben bajar los costos porque aún se encuentran altos”, indica.
Actualmente posee dos estaciones de monitoreo en su predio del Puclaro y otro en Huanta que corresponde al proyecto que se adjudicó Ceaza por 195 millones de pesos entregados por el programa Fondef de Conicyt. Su directora Sonia Montencinos destaca la posibilidad de generar nuevas fuentes abastecedoras.
“Es urgente producir fuentes de energía no convencionales debido a los problemas que tiene la matriz energética. Si a eso le sumamos que nuestro país importa el 90% de su matriz, nos hace peligrosamente dependiente”, sostiene la experta en modelación atmosférica.
Uno de los que sabe de nuevas energías es el experto en matricería, Patricio Soto, quien por más de cinco años trae equipos eólicos y fotovoltaicos desde China. “Hoy en día resultan mucho más convenientes los que utilizan viento, así es que si existe una demanda constante es posible que se reduzcan aún más los costos”, sostiene Soto, quien posee aerogeneradores que cubren en un 50% la demanda habitacional y parten desde 1 millón y medio de pesos para generar 500 Mw.
Mientras tanto, Aldo Olivier no pierde el tiempo y recoge una bolsa de basura negra que empaña un paisaje plagado de parras que le han dado un nombre a la viña y al Valle de Elqui en el concierto vitivinícola internacional. De seguro que en estos momentos ya está pensando en su próximo proyecto con el que nos sorprenderá gratamente una vez más.

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