viernes, 13 de julio de 2007

Harry Potter y la Piedra Filosofal: la maravilla de soñar con las palabras frente a los ojos


¿Quién no se ha imaginado por un instante ser un súper héroe reconocido por todos su pares y respetado incluso por los más incrédulos?, ¿Habitar un lugar mágico, monumental y lleno de pasillos que conducen a aventuras sin igual? O simplemente ¿Tener poderes que permitan doblegar a los más horribles y poderosos monstruos?

Pues todo eso le ocurrió al ya archirreconocido Harry Potter, el popular mago juvenil que en 1999 irrumpió en el mundo de la literatura transformándose en un fenómeno inmediato de ventas y objeto de veneración entre el público infantil y adolescente.

La primera entrega de la escritora escocesa Joan Kathleen Rowling, madre soltera que se inspiró en un pub de Edimburgo en su personaje que lo llevó a convertirse según la revista Forbes en la mujer más rica de Gran Bretaña desplazando a la Reina Isabel II, es Harry Potter y la Piedra Filosofal (Harry Potter and The Philosopher Stone).

Maravilloso relato que impide que hasta el más ocupado lector no lo termine de inmediato, de narración fácil y con instantes de magia como cuando el propio Harry hace que una voraz serpiente logre escapar del zoológico para conocer su lugar de origen o cuando cientos de cartas entraban sin cesar en la casa de los Dursley en el número 4 de Privet Drive en Londres.

¿Es posible que en un mundo tan consumista, moderno, tecnológico e impersonal como el nuestro haya espacio para los sueños y para el surrealismo mágico? Ni siquiera Tolkien con su Señor de los Anillos o C. S. Lewis con sus Crónicas de Narnia sitúan de mejor forma un mundo paralelo donde los muggles o ciudadanos común y corrientes entrelazan sus vidas con un espacio donde todo es posible.

Como argumento esencial para justificar las narraciones de Tolkien y Lewis, podría ser que sus escritos se contextualizan a la primera mitad del siglo XX, mientras que Rowling lo sitúa en plena era de intercomunicación y descenso de instantes de sueños en los que no abundan individuos con capas y volando sobre escobas.

Mientras la familia muggle de Harry, compuesta por su tío Vernon, tía Petunia y primo Dudley, todos bajo el apellido Dursley, hacían lo imposible por ocultar los poderes mágicos del joven de 11 años, algunas situaciones daban espacio para re-pensar en lo importante que es abrir una estela de deseos para obtener la felicidad y buscar un destino propio.

Harry lo hizo y pudo, sin que nadie lo detuviera, llegar hasta el antejardín del Colegio Hogwarts de Magia y conocer allí el mundo que su apestosa familia sustituta, a la que llegó tras la muerte de sus padres luego del ataque del malvado Lord Voldemort, se atrevió a ocultarle por más de una década.

Amigos que jamás pudo hacer en la escuela pública muggle donde estudiaba, golpes que ya no provenían del nudoso y regordete puño de su primo Dudley, esclavizantes jornadas cortando el pasto mientras tía Petunia lo supervisaba con su figura delgada y seca, y duras recriminaciones de tío Vernon que llegaban incluso a pensar que el infierno ya lo había acogido.

En el colegio Hogwarts todo estaba permitido, incluso eliminar las trabas mediante hechizos y conjuros que en la vida cotidiana eran irrealizables. Harry conoció de cerca que no sólo él era tocado por una varita y erigido como uno de los elegidos para potenciar, desarrollar y masificar los conocimientos de magia.

Sin embargo, mientras avanza la historia, Rowling es capaz de entrelazar situaciones que más tarde serán claves en el epílogo, además que el misterio y el parco trato a ciertos personajes permite despistar hasta al más avezado lector. ¿O acaso ustedes sospechaban del tartamudo profesor Quirinus Quirrell?

Como esta publicación estaba destinada especialmente a un segmento etáreo infantil y adolescente, los juegos narrativos y descriptivos de Joan Kathleen apuntan a los estigmas y figuras estereotipadas que cualquier niño teme.

Para muestra un botón: el bosque oscuro y frondoso donde habita el guardabosques de Hogwarts, Hagrid y donde en recurrentes ocasiones Harry Y Sus amigos se introducen o la imagen de una figura demoníaca de la que sólo se puede percibir sus ojos furiosos, su cara pálida como perla y un traje negro que evoca maldad, todo ello personificando a Voldemort, el Innombrable.

La trama principal se circunscribe en la Piedra Filosofal, elemento creado por el alquimista Nicolas Flamel, el que daría el elíxir de la vida permitiendo alcanzar la eternidad. Debido a que alguien la deseaba robar desde el banco Gringotts, el director de Hogwarts, Dumbledore, decide traerla hasta el colegio, aunque no previó una maligna fuerza que hace cincuenta años habitó el establecimiento, buscará la piedra para perpetuar su daño a los estudiantes.

Relato por sobretodo novedoso, ágil, conmovedor y muy significativo para aquellos que gustan de textos donde un niño de pelo tieso, desordenado y con anteojos puede ser un mago excepcional con poderes que utiliza en contra del mal.

Porque Harry Potter más allá de haber marcado un precedente de que los héroes no sólo deben ser musculosos, altos, rubios y apuestos, nos allanó el camino para que grandes y chicos luchemos por encontrar el mundo al cual pertenecemos, pues por muy alejados y equidistantes que sean con el actual, sólo puede bastar una puerta para encontrarlo.

J. K. Rowling encontró la forma de devorarse 200 páginas de un santiamén a través de hechos cotidianos que reflejan actitudes tan vívidas hoy en día como la avaricia (tío Vernon), la envidia (Draco Malfoy) y la amistad (Harry, Ron y Hermione) en un espacio virtual lleno de sorpresas.

Cuento predilecto para las vacaciones de invierno, pero sin duda una experiencia de vida perfecta para perpetuarla en nuestros corazones.

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