viernes, 10 de julio de 2009

Atrapados por un sueño


A fines del siglo XIX, el tradicionalismo de Viena se vino abajo con la irrupción de un –en esos tiempos- “loco” arquitecto y constructor que desafiaba las prístinas líneas urbanas del gran maestro Karl Friedrich Schinkel. Y es que Otto Wagner sabía que el acero y el cristal serían esenciales para generar ese cambio en una zona marcada por el profundo respeto residencial de las burguesías.
Fue así como empezó la revolución de las diferenciaciones, especialmente en 1894 cuando asume la cátedra de Arquitectura de la Academia de Bellas Artes de la capital austríaca. Prueba de ello es que hoy en día es posible visualizar su legado a través de estructuras clásicas como la estación de metro de Karlplatz y la Majolika Haus que consolidó las bases para el minimalismo expuestas por el genio Ludwig Mies van der Rohe. Pero su gran obra es sin lugar a dudas el edificio Postparkassenamt, donde no puede dejarse de lado su colosal estructura metálica.
Sin embargo, Wagner tiene sus detractores, principalmente los arquitectos clásicos que ven la ciudad como un todo y un pasadizo común entre las arterias, concepto instaurado por griegos y romanos hace siglos. Esto, debido a que el constructor avizoró una ciudad segregada e independiente, concepción rupturista que la hacía más fría pese a sus interesantes toques desde el punto de vista estético y comercial.
“La ciudad es la más completa y rica de las obras del hombre en cuanto a ser gregario. Es seguramente también su mayor patrimonio artístico, intelectual y económico. Es, sin duda, el principal factor de desarrollo, si se le considera responsable de ese roce que estimula y marca el crecimiento y cambio de un grupo humano”, explica el académico de la Universidad Diego Portales, Ricardo Abuauad.
Por primera vez se dejaba de lado el dogma integrador de la polis griega o los enclaves romanos y se primaba la concepción artística y productiva de una sociedad que comenzaba a coquetear con el dogma industrial y las neófitas tendencias liberales.
Hoy, a más 200 años del nacimiento del modernismo, las ciudades lejos de integrarse han ido sustituyendo la creencia centralista y han logrado focalizarse en espacios propios donde –se supone- tiene un control más efectivo del tránsito de personas y vehículos.
Pero ¿cuán efectiva es la convivencia en recintos residenciales, condominios y departamentos? Durante las últimas semanas se han visto casos donde se denuncia una rigidez extrema que atenta con la buena convivencia. A continuación sabremos si el sueño de la casa propia no termina en una verdadera pesadilla.

BRENDA Y ALEXANDER
Son calladitos, limpios y muy educados. De eso no hay duda y lo demuestran cada vez que alguien toca la puerta o les hace arrumacos. Brenda y Alexander son dos gatos romanos que viven junto a su dueña, a quien llamaremos Estela. Ella, una ex profesora normalista y jubilada hace más de dos décadas, ha dedicado los últimos años de su vida a cuidar a estas dos criaturas que un hijo le regaló antes de radicarse en Bélgica.
Si bien su pensión deja mucho que desear en virtud del aumento del costo de la vida, ninguno de sus apuros se compara con el problema que le ha significado vivir en un edificio donde una vecina no aguanta a los felinos. “Cuando compré la casa, nadie me puso reparos y ahora esta señora viene a poner problemas. Creo que está exagerando”, comenta Estela.
Desde el punto de vista legal no existe ningún impedimento para tener animales en departamentos, sin embargo, normas internas de los edificios impone un contrato de copropiedad donde se establecen ciertos requisitos. Lo ideal es que antes de adquirir una casa o departamento se les dé a conocer a los compradores para evitar trastornos posteriores en la vida vecinal. “Es sólo esta persona a la que le molestan, por lo que no la tomo en cuenta. Siempre hay gente amargada”, sentencia.
Pero internamente, Estela se siente inquieta, toda vez que ya existe el precedente de María Cristina Gaete, la mujer de 67 años que fue demandada por el administrador del edificio donde reside en Providencia. Gaete recurrió a la Corte de Apelaciones donde nuevamente se le objetaron sus argumentos, teniendo que –además- pagar $108 mil. Pero lo peor estaba por venir, ya que tuvo que pasar 14 días de reclusión nocturna. A todas luces un descriterio provocado por un vacío legal, asumiendo que muchos delincuentes pululan por las calles sin impunidad y sembrando el pánico a vista y paciencia de la justicia.
“Estoy adoptando una actitud de resistencia”, dijo hace unos días a un medio vespertino para que le permitan vivir junto a sus hijas de cuatro patas. “Ellas son mi familia”, agrega Gaete.
Estela, cree que no llegará a ese límite, pero expresa su disgusto con políticas arbitrarias adoptadas por algunas personas de su edificio.

CÓRTEME EL CABLE POR FAVOR
Si bien en nuestra pesquisa informativa no se dio con el paradero de algún afectado por el monopolio de servicios en la región, sí existe el precedente en Santiago. Les ha sucedido a muchos nuevos propietarios, quienes en vista de una buena ubicación, excelentes terminaciones, autonomía y la posibilidad de concretar el sueño de la casa propia, deben asumir responsabilidades “importadas”.
Esto sucede más a menudo de lo que se cree. Ocurrió en una conocida comuna de la Región Metropolitana, donde Juan y Victoria se mudaron en marzo pasado. Ellos comentan que al llegar se les extendió un contrato único con una empresa de telefonía. “Nos dijeron que como ellos construyeron el ducto tenían todo el derecho a cobrarnos por el servicio que jamás pedimos”, acusa Juan.
De acuerdo al código de copropiedad, los vecinos tienen abierta la opción de contratar las prestaciones del tipo que deseen, no obstante, el acuerdo preestablecido entre las inmobiliarias y las empresas de servicios “amarran” el Internet, el cable, el gas, el agua y la luz. “Existe la opción de esperar un año para cambiarse”, estipula Victoria, aunque a veces es más complicado de lo que parece, ya que los espacios de conexión está hechos para que sólo una compañía preste el servicio, impidiendo que la otra se le instale al lado. Acá la libre competencia se fue por el escusado.
Así también existen reglamentos internos que pactan un “aviso” a la directiva antes de decidir qué comprar, ocupar o contratar. Le ocurrió a Mariana, una joven universitaria que vive junto a otras amigas en un céntrico condominio de La Serena. Ella debió pedirle permiso a la directiva del edificio para instalar una antena de televisión digital. “Nos dijeron que cualquier cambio de la estructura debía pasar por un acuerdo de la directiva”, señala.
No obstante, la misma joven precisa que durante casi un mes se cortó la luz y el agua de los pasillos, pues había deudas impagas. “Allí ellos ni siquiera se acordaron de avisarnos y menos darnos una explicación. O sea, las reglas rigen para unos, pero no para todos”, añade Mariana.

CERRAR O NO CERRAR EL PORTÓN
En Santiago la proliferación de condominios o recintos cerrados a público han subido como la espuma, debido a que la alta sensación de inseguridad existente. “El grado de delincuencia está en un nivel altísimo, por lo que la tendencia es a vivir en comunidad de manera de hacer frente a los amigos de lo ajeno”, indica el arquitecto Marcelo Castagneto.
El profesional, quien ha ocupado diversos cargos gremiales y sociales, conoce muy bien a la sociedad serenense, por lo que con propiedad asegura que “acá no se está acostumbrado a vivir en ghettos, además que en lo personal no me gustan los condominios”, enuncia. La principal razón la explicita en porque no entiende que haya que pedir permiso a un guardia para ir a visitar a un amigo. “Lo ideal es poder circular libremente por las grandes vías de conexión”.
Para el presidente de la Delegación La Serena de la Cámara Chilena de la Construcción (CChC), Hugo Santuber, los condominios también tienen sus ventajas. Esto, porque establece que el gremio no sólo debe preocuparse por construir casas, sino que también barrios. “Hay que velar porque haya espacio para que los niños jueguen, además que se logra un mayor grado de organización donde los vecinos se apoyan para que todo funcione bien”.
Como sea, si usted está en vísperas de adquirir una propiedad recuerde no sólo evaluar el lugar, el espacio, si tiene estacionamiento o si le regalan un refrigerador, ya que lo que puede ser el gran paso de su vida, puede terminar convirtiéndose en la peor de sus apuestas.

LA FUERZA DE LOS GHETTOS
La mente de Otto Wagner dio para mucho. Y fue desde esos cimientos donde se dio paso a la repartición de la ciudad a través de barrios segregados del centro. De acuerdo al arquitecto y experto en Urbanismo, Iván Poduje, en la región asoman dos ghettos o espacios sectorizados que contienen a una población superior a las 100 mil personas. Esos son Las Compañías en La Serena y Tierras Blancas en Coquimbo.
Una de las preocupaciones que se han suscitado en los años que lleva estudiando la composición del entorno ciudadano, tiene que ver con que este desplazamiento espacial se transforme en la mejor excusa para olvidarlos. “Me preocupa que Las Compañías y Tierras Blancas queden fuera del desarrollo, pues la gente que vive y nace en esos lugares no tiene expectativas, pudiendo caer en las drogas, el alcohol y la delincuencia”, apunta.
Para ello el profesional agrega que la mejor manera de considerarlos es adoptando servicios como un transporte adecuado que se sume al buen estado de las calles. “Sitios con más de 100 mil personas deben tener su propia escuela y hospital para que la gente tenga autonomía, además de espacios públicos con áreas verdes para que se recreen lejos de los vicios de la calle”, expresa Poduje.

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