jueves, 2 de julio de 2009

Proyecto Delta: El coloso que domina los valles


El abrazo entre Fernando Flores y Antonio Videka no se hizo esperar. El primero, subgerente de Fomento de la Zona Sur de la Empresa Nacional de Minería (Enami) y el segundo seremi de Minería y Energía, se jugaban mucho aquella calurosa tarde de fines de diciembre de 2007 en el salón Prat de la Intendencia, donde se llevaba a cabo la sesión ordinaria de la Corema.
La ocasión así lo ameritaba porque en aquella jornada los integrantes del órgano ambiental sancionarían una de las iniciativas más importantes que Enami impulsa en el país: el proyecto Delta, planta minera industrial que ayudará a descongestionar Panulcillo en Ovalle y eventualmente Portezuelo de Illapel, los que se habían visto atochados de mineral tras el boom del precio del metal rojo ocurrido hace dos años y que tuvo su peak en julio de 2008 cuando la libra se cotizó en 4,3 dólares en la Bolsa de Metales de Londres.
La iniciativa casi no tuvo reparos y fue aprobada, siendo destacada por los efectos de dinamización de la actividad, principalmente en la provincia de Limarí. “Habrá una agilización del proceso de chancado, lo que disminuirá los tiempos de espera”, señalaba en esos días Antonio Videka. Fernando Flores, acostumbrado a mantener un bajo perfil, atinó sólo a sonreír y a mantenerse al lado del secretario regional ministerial.
Lo cierto es que esta iniciativa, única en el país y sólo comparada a una instalación mucho más pequeña que posee Enami en Arica, ha representando el caballito de batalla de miles de mineros. Esto, porque tendrá una planta de flotación con capacidad para albergar 60 mil toneladas de sulfuros de cobre y producir 3.600 toneladas de concentrado por mes. Así también una de lixiviación para los óxidos que elaborará 400 toneladas de cátodos cada treinta días. Se suma a ello un poder de compra, un depósito de relaves y una mina subterránea con reservas por treinta años. Todo por US$45,3 millones, que se suman a los US$35 millones aportados por la minera Cruz, quien opera a través de una licitación el yacimiento y la planta de procesos de óxidos.

UN LARGO CAMINO
Si bien en la Corema se presentó un proyecto robusto y con un evidente cuidado al entorno, no fue fácil llegar a convencer a las autoridades ambientales, acostumbradas a medir con una viga mucho más dura a las plantas industriales. Juan Tello, primer jefe de proyecto, tuvo que hacerse cargo de las negociaciones iniciadas a fines del 2004 y que se extendieron todo el 2005 y parte del 2006 con las comunidades locales.
Las dos mil hectáreas que posee el complejo colindan por el norte con Higueritas y en el sur con La Verdiona, ambas localidades muy pobres y cuyos escasos y empobrecidos habitantes realizan labores caprinas.
Tello asegura que no costó mucho llegar a un acuerdo con los crianceros, pero ello implicó hacerse cargo de algunas responsabilidades indirectas. Una de ellas fue el descubrimiento, luego de sondajes, de hallazgos arqueológicos. Ricardo Bassa, actual jefe de proyecto de Delta, asegura que hubo que iniciar un protocolo para alterar lo menos posible los terrenos. “Aparecieron algunos artículos como tazas y vasijas de la cultura diaguita, por lo que tuvimos que comenzar con una etapa de conservación. Hoy, creemos que ese descubrimiento potenciará un área de interés turístico”, sentencia.
Para viabilizar el tránsito hacia el interior, Enami debió invertir US$7,5 millones en la construcción de un camino de 18 kilómetros, pero el trazado inicial era muy estrecho para los camiones. “Hubo que entrar a negociar con la comunidad de Higueritas para expropiar algunas franjas”, apunta Bassa. Eso sí, Tello, plantea que hubo consenso, pues a ellos mismos se les mejoró la conectividad, pudiendo utilizar el tramo que los lleva directamente a Talhuén.
El ingeniero civil Luis Acevedo, jefe de proyecto del camino, sentencia que el trazado posee los más altos niveles de seguridad para evitar accidentes en el trayecto y que logrará contener a 200 vehículos al día. Bassa agrega que “esperamos tenerlo terminado a fines de julio”.

MENOS TIEMPO DE ESPERA
Durante gran parte del año pasado, la mayoría de las asociaciones mineras tenían como blanco la demora experimentada por la planta Panulcillo, cuyas instalaciones antiguas no daban abasto para responder a cada uno los requerimientos de los mineros. Y menos aún cuando se produjo la época más boyante donde la entrega de óxidos se contabilizó en 40 mil toneladas mensuales, mientras que la de sulfuros alcanzó 10 mil toneladas. “El sobrestock llegó a ser incontenible, lo que impedía una atención rápida, teniendo que esperar los camiones entre tres y cuatro día para ser atendidos”, relata Stella Segura, presidenta de la Asociación Minera de Ovalle.
En todo caso, esos sacrificios que pusieron en apuros los bolsillos de los pequeños mineros, quedará en el olvido, ya que desde el 22 de junio Delta está en condiciones de recibir los óxidos en su poder de compra, permitiendo el ansiado desahogo de Panulcillo. “El trámite no debiera demorar más de treinta minutos por carga”, resalta Ricardo Bassa.
Tomando en consideración el golpe que ha significado para esta actividad extractiva la crisis económica mundial, el aporte de Delta irá en directo beneficio de esos alicaídos bolsillos. “El poder de compra tiene dispuestas tres canchas donde caben en cada una alrededor de 250 camiones”, indicó Bassa, quien valoró los menores costos que deberán asumir.

CLAUSTRO VOCACIONAL
La vida del minero es sacrificada, sea jefe o peón. Para todos es igual, pues las instalaciones se encuentran internadas en montes y valles, lejos de los centros urbanos. Eso bien lo sabe Ricardo Bassa, quien la primer quincena del mes la pasa en Ovalle y el resto en su casa de Santiago. “Nos hemos acostumbrado a vivir lejos de la familia (…) A veces uno deja de lado ciertas responsabilidades con uno mismo”, expresa este ingeniero, en directa relación con los chequeos médicos al que debe asistir regularmente, luego de una operación al corazón donde le pusieron cuatro by-pass.
Juan Tello miraba de niño todos los días desde su casa en El Llano en Coquimbo, el mar que golpeaba las rocas. Nunca sintió atracción por la pesca o los servicios, muy por el contrario, bastante joven sabía que quería ser un profesional de la minería. Por eso entró a la Escuela de Minas de la sede serenense de la desaparecida Universidad Técnica del Estado, hoy Universidad de La Serena. Allí sacó el título de ingeniero ejecución, el que le permitió desarrollar labores por más de treinta años en Enami, una vez que obtuviera el grado de ingeniero civil en Minas en la capital. Incluso, aún recuerda a compañeros de labores como Belisario Gallardo y Claudio Canut de Bon, ambos académicos de la ULS. “Eran tiempos donde no importaba pasar frío o hambre, la idea era explorar en busca de nuevas vetas”, comenta.
Mientras enciende el primer cigarrillo de los más de veinte que fuma al día, asegura que ha recorrido todo Chile en busca de sitios con proyección. Hoy vive lejos de su familia que reside en Copiapó. “Viajo todos los fines de semana, en todo caso”, argumenta, ya acostumbrado al sacrificio.
Higinio Traslaviña ha permanecido un poco menos que Juan Tello en Enami (20 años), pero sabe a la perfección el proceso de la fundición y aleación de metales, debido a que es especialista en metalurgia. “Eso sí, soy ingeniero civil de Minas”, aclara. A diferencia de Tello, eran muy pocas las veces que veía el océano, siendo los senderos y colinas copiapinas su máxima fuente de inspiración.
Se instruyó en la Escuela de Minas de Copiapó, aunque debió obtener la especialización en Santiago, “hasta donde llegaban todos en esa época, por lo que nos conocemos bastante”, comenta.
Su itinerario lo llevó por algún tiempo a residir en Iquique, cuando desarrolló labores en la mina La Cascada. Hoy es el encargado de la planta de sulfuros en Delta y es como volver a casa. “Me reencontré con varios amigos (…) Me siento muy a gusto en Enami”, precisa. Actualmente reside en Peñuelas junto a su esposa y al igual que muchos de sus compañeros sabe que es un ermitaño incomprendido por muchos, pero que en virtud de ese esfuerzo, han contribuido a que Chile sea una potencial mundial de la minería.

CONCIENCIA AMBIENTAL
Las entidades del Estado han acostumbrado a dar ejemplos de respeto por el medio ambiente. Lo hizo el Ministerio de Obras Públicas al recuperar un bosque de canelos en el embalse El Bato y también lo hizo Enami. Y es que los terrenos donde está emplazado Delta poseen alta biodiversidad en flora y fauna. Prueba de ello es que la Comisión Regional de Medio Ambiente (Corema) los instruyó para que aplicaran medidas de mitigación. Fue así como se rescataron y relocalizaron cactáceas como el sandillón. “Siempre estuvo dentro de nuestra planificación respetar el entorno que rodea la mina. Incluso se hizo un fichaje con cada una de las especies para tener claro dónde estaba ubicadas”, manifiesta Ricardo Bassa.

No hay comentarios:

Casino: una duda existencial

Casino: una duda existencial
El sueño se aleja como un as de póker