
En diciembre del 2003 la Fundación Mundial para la Protección de la Vida Silvestre (WWF por sus siglas en inglés) lanzó la primera voz de alerta: “A menos que los gobiernos tomen acciones urgentes para prevenir el calentamiento mundial, miles de millones de personas en todo el mundo podrían enfrentar severos desabastecimientos de agua como resultado de un alarmante ritmo de derretimiento de los glaciares”, apuntaba en una declaración casi sacada desde los pasajes apocalípticos de la Biblia.
Pero lamentablemente esta apreciación está lejos de pertenecer a una creencia espiritual, ya que son incontables los estudios científicos que alertan sobre el incremento de la temperatura de la atmósfera, lo que ha provocado que cientos de kilómetros cuadrados de hielo sucumban cada año y vayan a dar hacia las zonas costeras.
Y este escenario está tocando no sólo los tradicionales puntos ubicados en los polos, sino que se ha trasladado hasta los trópicos y también a nuestro máximo reservorio, la cordillera de Los Andes, que durante las últimas décadas ha sido especialmente golpeada por exploraciones mineras e industriales que han mermado su capacidad de conservación.
Para ejemplificar el real estado en que se encuentra el mundo, sólo basta con apuntar que si en los próximos años la temperatura promedio aumenta en 4º Celsius, la mitad de las masas de hielo del planeta se derretirán provocando un alza del volumen de agua en muchos lugares y amenazando con “hundir” muchas islas del sudeste asiático.
En virtud de estos informes decidores. ¿Qué está haciendo la comunidad científica? ¿Serán capaces de detener el avance del cambio climático? ¿Podremos vivir sin los glaciares? Todas esas preguntas tienen respuestas muy ambiguas y poco claras. Mientras unos dicen que los avances tecnológicos nos permitirán solventar la falta de agua dulce a través de la desalinización. Otros simplemente creen que se pasará a otra era de la historia, sin saber si será buena o mala, sino que sólo distinta.
UN ATRASO QUE PREOCUPA
Con el correr de los años, ciertas zonas del orbe se han transformado en el fetiche para miles de estudiosos, quienes han querido seguir de cerca cómo se comporta la naturaleza. Una de ellas ha sido Sudamérica, donde Chile, Argentina y Perú conforman el “Triángulo de las Bermudas”.
Eso bien lo sabe el catedrático de la Universidad de Ohio State, Bryan Mark, quien durante la semana dictó una charla sobre el tema en dependencias de la Universidad de La Serena. El experto establece que existe un grado de retraso en las investigaciones, toda vez que recién se están formando los equipos de especialistas. En todo caso, valora los esfuerzos del Centro de Estudios Avanzados en Zonas Áridas (Ceaza) “que tienen una red de instrumentos muy buena, lo que hará más preciso los diferentes parámetros en todo Los Andes”.
Algo similar piensa el doctor Cristophe Kinnard, quien por más de seis años midió las diferencias de masa en el ártico canadiense. Hoy se encuentra en Chile trabajando estrechamente con el Ceaza de manera de apoyarlos en el estudio que realizarán a diversos glaciares del Norte Chico y al más importante de la región.
Kinnard establece como prioridad empezar ahora a examinar los cambios de las masas de hielo antes que sea demasiado tarde. “El estudio de los glaciares requiere generar información que tarda muchos años y en esta zona de Chile falta bastante por hacer. La primera etapa es establecer un conocimiento de base para saber cómo funcionan estos glaciares y los mecanismos del clima que los afectan”, señala.
Y es que no es fácil obtener la información de este tipo de estructuras, ya que en el mejor de los casos tardará dos años y se requerirá una estación completa de mediciones que involucra variables como acumulación, derretimiento, mediciones meteorológicas y efectos de clima.
Bryan Mark asegura que se ha avanzado, aunque no todo el mundo tiene los instrumentos al alcance. “A veces hay que subir más de 5 mil metros para hacer la investigación. Por eso necesitamos otros métodos”, agrega. Métodos que él mismo ya está aplicando, pues dentro de su recopilación de antecedentes ha debido hacer las mediciones desde el aire a través de un avión. “El problema se da con calibrar, pero estamos avanzando con la tecnología y el conocimiento”, asevera.
FLORIDA Y NEW YORK GO HOME
El glaciar más grande del planeta es Groenlandia, la que con sus más de 2 millones de km2, es el lugar donde más hielo existe, al superar el 84% de su superficie. Haciendo una estimación, en caso de que esta ice island llegase a derretirse, la altura del océano Atlántico se incrementaría en 7 metros. Es decir, capaz de dejar bajo cientos de toneladas de agua al estado de Florida y a algunas zonas costeras de Nueva York.
“Muchas ciudades importantes en el mundo están al nivel del mar, aunque claramente en países con mayor índice de pobreza como Bangladesh o Indonesia el impacto será mayor”, explicita Mark.
Por esta razón, el académico precisa que hay que tener mucho cuidado con lo que sucede en Los Andes y los Himalayas, donde históricamente se han visto las mayores disminuciones de hielo. “Si se llegan a derretir tendremos muchos problemas con el alza en el nivel del mar”. Y no deja de tener razón, pues según la Fundación Mundial para la Protección de la Vida Silvestre, los Himalayas alimentan a los siete ríos más grandes de Asia que atraviesa China e India, paradójicamente, las naciones más pobladas del orbe. “Se pondría en peligro el abastecimiento hídrico para dos mil millones de personas”, expresó la entidad.
LA TEMIDA MANO DEL HOMBRE
Buscar responsables a esta altura, donde el alza de la temperatura planetaria parece inexpugnable está de más, siendo las soluciones y la concientización la única herramienta para luchar contra la naturaleza. ¿Qué tan influyente ha sido el cambio climático para poner contra la pared a los glaciares?
Antoine Rabatel, quien el año pasado estuvo en el Ceaza y hoy forma parte del grupo de profesores de la Universidad Joseph –Fourier de Francia, sostiene que el calentamiento global algo ha incidido, aunque no precisamente en esta parte del país. “Por lo general en las regiones de Atacama y Coquimbo, los glaciares son pequeños y están a mucha altura, por lo que no se puede afirmar que en ese caso haya un impacto directo”, indica.
De lo que sí tiene certeza es que son muchas las estructuras de hielo que han visto reducida su superficie. Por ejemplo los grandes glaciares del sur de Chile han llegado a perder entre el 25 y el 45 por ciento, sin embargo al ser más extensos se nota menos, lo que no produce tanta alarma. Distinto es lo que sucede con los de menor tamaño. “Esta merma se amplía en los pequeños como los de la zona, donde puede haber hasta un 75% de pérdida de masa hídrica”, comenta Rabatel.
Bryan Mark manifiesta que estamos en una era de hielo que recién estaríamos conociendo, aunque resalta que distinto sería el escenario en caso de perder a los glaciares. “Claramente si llegamos a perderlos entraremos a un ambiente desconocido al que deberemos adaptarnos rápido (…) Ciertamente estaremos en otra era de la historia”, apunta el experto estadounidense.
Lamentablemente no es mucho lo que desde los estratos políticos se ha avanzado para detener este calentamiento global que al año mata a miles de osos polares y deja sin alimento a millones de peces en distintos puntos de la Tierra. Ya no se puede contar con Estados Unidos como aliado para detener la emisión de gases invernadero y por ende el aumento de la temperatura. Rusia y China se encuentran a la deriva viendo intereses propios que se distorsionan con orientaciones industriales. De ellos dependerá si en cien años más deberemos pelearnos por un bien que hoy tenemos a nuestro alcance.
LOS ENIGMAS DE EL TAPADO
Hace unas semanas de oficializó la entrega de 55 millones de pesos para el Ceaza para que investigara uno de los glaciares más importantes de la Región de Coquimbo: El Tapado, ubicado a 5.536 metros sobre el nivel del mar y muy cerca del paso de Agua Negra. La iniciativa, financiada por la Dirección General de Aguas y el Centro del Agua para Zonas Áridas y Semiáridas de América Latina y El Caribe (Cazalac) es dirigida por el doctor Cristophe Kinnard y pretende generar el conocimiento básico sobre el funcionamiento de un glaciar de alta montaña en una zona árida, el que servirá para efectuar proyecciones de lo que puede ocurrir con este cuerpo de hielo. “Queremos comprender mejor el estado físico del glaciar en el presente, su balance de masa o en otras palabras cuanta masa de agua gana y pierde en un año”, explica Kinnard. Se espera que la recopilación de datos comience en el próximo verano y sus primeros resultados sean entregados a inicios del 2011.
Pero lamentablemente esta apreciación está lejos de pertenecer a una creencia espiritual, ya que son incontables los estudios científicos que alertan sobre el incremento de la temperatura de la atmósfera, lo que ha provocado que cientos de kilómetros cuadrados de hielo sucumban cada año y vayan a dar hacia las zonas costeras.
Y este escenario está tocando no sólo los tradicionales puntos ubicados en los polos, sino que se ha trasladado hasta los trópicos y también a nuestro máximo reservorio, la cordillera de Los Andes, que durante las últimas décadas ha sido especialmente golpeada por exploraciones mineras e industriales que han mermado su capacidad de conservación.
Para ejemplificar el real estado en que se encuentra el mundo, sólo basta con apuntar que si en los próximos años la temperatura promedio aumenta en 4º Celsius, la mitad de las masas de hielo del planeta se derretirán provocando un alza del volumen de agua en muchos lugares y amenazando con “hundir” muchas islas del sudeste asiático.
En virtud de estos informes decidores. ¿Qué está haciendo la comunidad científica? ¿Serán capaces de detener el avance del cambio climático? ¿Podremos vivir sin los glaciares? Todas esas preguntas tienen respuestas muy ambiguas y poco claras. Mientras unos dicen que los avances tecnológicos nos permitirán solventar la falta de agua dulce a través de la desalinización. Otros simplemente creen que se pasará a otra era de la historia, sin saber si será buena o mala, sino que sólo distinta.
UN ATRASO QUE PREOCUPA
Con el correr de los años, ciertas zonas del orbe se han transformado en el fetiche para miles de estudiosos, quienes han querido seguir de cerca cómo se comporta la naturaleza. Una de ellas ha sido Sudamérica, donde Chile, Argentina y Perú conforman el “Triángulo de las Bermudas”.
Eso bien lo sabe el catedrático de la Universidad de Ohio State, Bryan Mark, quien durante la semana dictó una charla sobre el tema en dependencias de la Universidad de La Serena. El experto establece que existe un grado de retraso en las investigaciones, toda vez que recién se están formando los equipos de especialistas. En todo caso, valora los esfuerzos del Centro de Estudios Avanzados en Zonas Áridas (Ceaza) “que tienen una red de instrumentos muy buena, lo que hará más preciso los diferentes parámetros en todo Los Andes”.
Algo similar piensa el doctor Cristophe Kinnard, quien por más de seis años midió las diferencias de masa en el ártico canadiense. Hoy se encuentra en Chile trabajando estrechamente con el Ceaza de manera de apoyarlos en el estudio que realizarán a diversos glaciares del Norte Chico y al más importante de la región.
Kinnard establece como prioridad empezar ahora a examinar los cambios de las masas de hielo antes que sea demasiado tarde. “El estudio de los glaciares requiere generar información que tarda muchos años y en esta zona de Chile falta bastante por hacer. La primera etapa es establecer un conocimiento de base para saber cómo funcionan estos glaciares y los mecanismos del clima que los afectan”, señala.
Y es que no es fácil obtener la información de este tipo de estructuras, ya que en el mejor de los casos tardará dos años y se requerirá una estación completa de mediciones que involucra variables como acumulación, derretimiento, mediciones meteorológicas y efectos de clima.
Bryan Mark asegura que se ha avanzado, aunque no todo el mundo tiene los instrumentos al alcance. “A veces hay que subir más de 5 mil metros para hacer la investigación. Por eso necesitamos otros métodos”, agrega. Métodos que él mismo ya está aplicando, pues dentro de su recopilación de antecedentes ha debido hacer las mediciones desde el aire a través de un avión. “El problema se da con calibrar, pero estamos avanzando con la tecnología y el conocimiento”, asevera.
FLORIDA Y NEW YORK GO HOME
El glaciar más grande del planeta es Groenlandia, la que con sus más de 2 millones de km2, es el lugar donde más hielo existe, al superar el 84% de su superficie. Haciendo una estimación, en caso de que esta ice island llegase a derretirse, la altura del océano Atlántico se incrementaría en 7 metros. Es decir, capaz de dejar bajo cientos de toneladas de agua al estado de Florida y a algunas zonas costeras de Nueva York.
“Muchas ciudades importantes en el mundo están al nivel del mar, aunque claramente en países con mayor índice de pobreza como Bangladesh o Indonesia el impacto será mayor”, explicita Mark.
Por esta razón, el académico precisa que hay que tener mucho cuidado con lo que sucede en Los Andes y los Himalayas, donde históricamente se han visto las mayores disminuciones de hielo. “Si se llegan a derretir tendremos muchos problemas con el alza en el nivel del mar”. Y no deja de tener razón, pues según la Fundación Mundial para la Protección de la Vida Silvestre, los Himalayas alimentan a los siete ríos más grandes de Asia que atraviesa China e India, paradójicamente, las naciones más pobladas del orbe. “Se pondría en peligro el abastecimiento hídrico para dos mil millones de personas”, expresó la entidad.
LA TEMIDA MANO DEL HOMBRE
Buscar responsables a esta altura, donde el alza de la temperatura planetaria parece inexpugnable está de más, siendo las soluciones y la concientización la única herramienta para luchar contra la naturaleza. ¿Qué tan influyente ha sido el cambio climático para poner contra la pared a los glaciares?
Antoine Rabatel, quien el año pasado estuvo en el Ceaza y hoy forma parte del grupo de profesores de la Universidad Joseph –Fourier de Francia, sostiene que el calentamiento global algo ha incidido, aunque no precisamente en esta parte del país. “Por lo general en las regiones de Atacama y Coquimbo, los glaciares son pequeños y están a mucha altura, por lo que no se puede afirmar que en ese caso haya un impacto directo”, indica.
De lo que sí tiene certeza es que son muchas las estructuras de hielo que han visto reducida su superficie. Por ejemplo los grandes glaciares del sur de Chile han llegado a perder entre el 25 y el 45 por ciento, sin embargo al ser más extensos se nota menos, lo que no produce tanta alarma. Distinto es lo que sucede con los de menor tamaño. “Esta merma se amplía en los pequeños como los de la zona, donde puede haber hasta un 75% de pérdida de masa hídrica”, comenta Rabatel.
Bryan Mark manifiesta que estamos en una era de hielo que recién estaríamos conociendo, aunque resalta que distinto sería el escenario en caso de perder a los glaciares. “Claramente si llegamos a perderlos entraremos a un ambiente desconocido al que deberemos adaptarnos rápido (…) Ciertamente estaremos en otra era de la historia”, apunta el experto estadounidense.
Lamentablemente no es mucho lo que desde los estratos políticos se ha avanzado para detener este calentamiento global que al año mata a miles de osos polares y deja sin alimento a millones de peces en distintos puntos de la Tierra. Ya no se puede contar con Estados Unidos como aliado para detener la emisión de gases invernadero y por ende el aumento de la temperatura. Rusia y China se encuentran a la deriva viendo intereses propios que se distorsionan con orientaciones industriales. De ellos dependerá si en cien años más deberemos pelearnos por un bien que hoy tenemos a nuestro alcance.
LOS ENIGMAS DE EL TAPADO
Hace unas semanas de oficializó la entrega de 55 millones de pesos para el Ceaza para que investigara uno de los glaciares más importantes de la Región de Coquimbo: El Tapado, ubicado a 5.536 metros sobre el nivel del mar y muy cerca del paso de Agua Negra. La iniciativa, financiada por la Dirección General de Aguas y el Centro del Agua para Zonas Áridas y Semiáridas de América Latina y El Caribe (Cazalac) es dirigida por el doctor Cristophe Kinnard y pretende generar el conocimiento básico sobre el funcionamiento de un glaciar de alta montaña en una zona árida, el que servirá para efectuar proyecciones de lo que puede ocurrir con este cuerpo de hielo. “Queremos comprender mejor el estado físico del glaciar en el presente, su balance de masa o en otras palabras cuanta masa de agua gana y pierde en un año”, explica Kinnard. Se espera que la recopilación de datos comience en el próximo verano y sus primeros resultados sean entregados a inicios del 2011.
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