Hay que ser sinceros, llegar hasta el Parador Curantú no es fácil. De partida hay que asomarse a cada callejuela que intersecta la avenida principal que da hacia Pedregal de Rapel, un pueblito perteneciente a la comuna de Monte Patria. Pero para que se hagan una idea, después del puente Río Tomes y tras apreciar una pirca rosada, se encuentra la calle Los Nísperos. Hay que subir un estrecho camino de tierra que gracias a las sombras de unos árboles refresca nuestro atareado recorrido, que a esa altura resulta sofocante por el intenso calor.
Después de un par de vueltas, se halla uno de los sitios revolucionarios en materia de turismo rural, pues presenta una alternativa nueva y novedosa que sólo se entiende por el carácter familiar que se crea entre residentes y visitantes.
Es así como a nuestro arribo a quien primero vemos es a Isabel Margarita Coll Gaete, quien como si fuera nuestra madre, tía o abuela, nos recibe con un afectuoso abrazo que hace, paradójicamente, más cálido el ambiente. “No se preocupen que los perros no son bravos”, nos dice, mientras vemos a tres canes de raza Kuvasz, más conocidos como pastores húngaros. Parados miden sobre 1,70 metros por lo que intimidan, aunque sus cariñosas lenguas que traspasan el protocolo inicial, los hacen especiales, al igual que esta hacienda.
Y es que Curantú tiene su historia. De partida el nombre está muy ligado a la cultura mapuche pues significa preparación en muchas piedras. Y es precisamente ese objetivo, porque el tiempo en el parador se detiene y nos devuelve a fines del siglo XIX, época donde hicieron su llegada familias españolas que dieron vida a lo que hoy es el valle más pujante en materia agrícola. Pero aún no es tiempo de introducirse en la historia de esos forjadores, ya que Isabel Margarita nos presenta a Lupe Cortés, su mano derecha para mantener este predio de dos hectáreas donde se aprecia una piscina que invita a sumergirse y una hamaca que recuerda que las horas y los días pueden pasar sin que nos demos cuenta.
Es hora de almuerzo y como aperitivo nos sirven un jugo de ciruelas recién hecho. Pero lo mejor estaba por venir, pues el almuerzo está casi listo. “Siéntense donde quieran”, nos invita Isabel Margarita o la Chabe como le gusta que le digan. Y para deleite nuestro, y tal como muchos de los Coll, Juliá. Bou y Prohens agasajaron hace siglos a sus comensales, la paella fue la carta de presentación de la gastronomía de Curantú.
DE LOS NÚMEROS A LA TIERRA
Dentro de un relato y una narración debe haber una historia interesante y parte de ella la comenzamos a conocer en la mesa donde degustando una cebolla en escabeche y un ají propio de la casa, sabemos algo de los pasajes que llevaron a Isabel Margarita a dejar de lado su vida en la ciudad y a poco andar, incorporarse al directorio del programa Limarí Emprende.
Con esta emprendedora podríamos haber estado conversando toda la tarde, porque sus narraciones dan cuenta de espacios temporales que unen a tres generaciones. De hecho, cuando era pequeña vivió durante toda su infancia en un predio que su familia paterna Coll Juliá, tenían en Pan de Azúcar. “Allí conocí y me impregné de lo que significaba el campo y me enamoré”, recuerda con nostalgia.
No obstante su amor por los animales y los cultivos, que perduran desde siempre, terminando el colegio sobrevino la repentina muerte de su padre, situación que, al igual que sus dos hermanos Alfonso y Gaspar, debieron cambiar sus proyectos de vida, lo que los obligó comenzar a trabajar para mantener a la familia conformada por su madre viuda sus dos hermanos y tres hermanas bastante menores, Maria Angélica, Beatriz y Gabriela.
Fue así como llegó hasta el Banco Central donde se especializó en los créditos de la Asociación Interamericana de Integración (ALADI) donde interactuó con reconocidos economistas nacionales como Enrique y Jorge Marshall, Roberto Zahler y tantos otros. “Si bien no terminé la carrera me mantuve durante 36 años”, asegura Chabelita, quien tiene una memoria única, ya que corrobora su ingreso al organismo en octubre de 1963.
Pero algo le faltaba en su vida, pues en su interior sabía que debía dar otro paso, uno más trascendental y simple.
LA VOLTERETA DE LA REFORMA AGRARIA
Con la llegada del nuevo milenio, las energías se renovaron y se redoblaron los esfuerzos para dar ese giro trascendental. Esto porque en 1999 Isabel Margarita renuncia al Banco Central y se empeña en volver a la Región de Coquimbo, pero no al antiguo predio de Pan de Azúcar, sino que a Monte Patria, donde uno de sus tíos tuvo un terreno que fue entregado a los campesinos con la promulgación de la Reforma Agraria. Si bien aún no sabe qué la motivó a internarse en el corazón de la provincia de Limarí, acuñaba en su corazón la intención de radicarse en la zona.
Fue así como un día se presentó ante “Chilín”, hijo de un ex trabajador del campo, quien desencajó a Chabelita con sus palabras: “Estaba esperando a una persona como usted para venderle el terreno”. Dicho y hecho.
Tras los trámites legales, Isabel Margarita comenzaba a “colonizar” estas tierras tal como lo hicieron sus antepasados hace dos siglos.
Y es que si se trata de historia, la sangre mallorquina que corre por sus venas está lejos de esfumarse. Tal como a fines del siglo XIX cuando Gabriel Coll Dalmau pisó las tierras regionales tras ser contactado por un sacerdote que le encomendó reconstruir la línea férrea que unía a Combarbalá con Illapel, la Chabe quiso reconstruir una línea turística nueva.
“Quise encontrarme con la paz y con mis sueños, aquellos que acuño en mi interior, para así reconciliarme con la naturaleza y sentirme parte de ella”, escribió en la página web que da vida a ese punto turístico (www.curantu.cl).
Pero en esta narración no hay que olvidar que para formar una familia se necesitan dos. Es por ello que el joven Gabriel Coll Dalmau tuvo a su fiel compañera encarnada en Isabel Juliá Gomila, quien llegó producto que los cultivos de vides en Mallorca fueron atacados por la filoxera. “El mismo cura que trajo a mi abuelo le dijo que el clima en la zona era similar al de Mallorca, así es que se vinieron”, cuenta.
De esa unión nace el padre de Isabel Margarita, Alfonso, quien posteriormente se casa con María Angélica, quienes agrandan la familia con el nacimiento de seis hijos: Manuel Alfonso, Isabel Margarita, Gaspar Domingo, María Angélica, Beatriz y Gabriela Antonieta.
LOS ANHELOS DEL CROCHET
Durante estos ocho años que lleva promocionando el turismo rural del parador Curantú, Chabelita no ha olvidado a aquellas mujeres que cuando llega la temporada de cosecha de vides les toca estar extensas jornadas bajo el sol para generar un ingreso extra. Fue así como formó un taller junto a 10 de esas temporeras con las que teje a crochet y ha dado a vida a mantas que ya han concitado la atención del extranjero. Prueba de ello es que han exportado unas cuantas a Canadá a través de Tratados de Comercio Justo, acuerdo que ayuda a generar buenos precios a aquellos microempresarios que recién comienzan en la gestación de negocios.
Sin pecar de soberbia y mientras mira los entrelazados de las mantas, abre su corazón a las expectativas futuras: “Ojalá que pudiéramos ampliar la oferta y convertirla en un canal constante de comercialización que permita a estas mujeres dejar de ser temporeras”, reflexiona.
Siguiendo con su visión ambientalmente amigable con el entorno es que junto a 21 microempresarios del Limarí, aglutinados en una cooperativa que nació bajo el paraguas de Limarí Emprende con fondos aportados por Sercotec, desean implementar para sus respectivas empresas paneles solares que disminuirán en más de un 50% sus cuentas de luz.
Al pasar las horas el sol comienza a descender en intensidad, lo que es una prueba irrefutable que es hora de partir. Atrás quedarán los cientos de pollitos, conejos y aves que conocimos en Curantú. Para qué decir de los enormes perros de Chabelita o de las ciruelas y damascos que nos refrescaron cuando la sombra era escasa.
Mientras nos despedimos, Isabel agita sus brazos y nos dice que volvamos cuando queramos. Más allá de palabras de cortesía es un gesto de una persona satisfecha que creyó en sus sueños y anhelos. Y que, mejor aún, los hizo realidad.
SUS DESAVENENCIAS CON EL PARQUE
Uno de los capítulos que incomodan a Isabel Margarita es el uso que se le ha dado al parque que su padre junto a sus tíos Anita, Fernando, Gabriel y su abuelo Gabriel Coll Dalmau, donaron a la municipalidad de La Serena. De a acuerdo a su perspectiva, actualmente no se estaría respetando la intención que estos hijos de mallorquines tuvieron como objetivo inicial. “La donación se hizo con dos propósitos: honrar la memoria de mi abuelo Gabriel Coll Dalmau y entregar las casi 51 hectáreas para bosque y parque de manera que pudiera ser visitado gratuitamente por los habitantes y pobladores de La Serena y la región. Nada de eso se ha cumplido”, reitera con una posición rígida que ha conocido de cerca el alcalde Raúl Saldívar y funcionarios de la Intendencia, con quienes se ha reunido.
“Quiero llegar hasta las últimas instancias para que se cumpla el objetivo por el que fue entregado a la ciudad de La Serena”, corrobora Chabelita. “Mi único objetivo es que se instaure un espacio donde todos puedan disfrutar de sus rincones”, finaliza.
Después de un par de vueltas, se halla uno de los sitios revolucionarios en materia de turismo rural, pues presenta una alternativa nueva y novedosa que sólo se entiende por el carácter familiar que se crea entre residentes y visitantes.
Es así como a nuestro arribo a quien primero vemos es a Isabel Margarita Coll Gaete, quien como si fuera nuestra madre, tía o abuela, nos recibe con un afectuoso abrazo que hace, paradójicamente, más cálido el ambiente. “No se preocupen que los perros no son bravos”, nos dice, mientras vemos a tres canes de raza Kuvasz, más conocidos como pastores húngaros. Parados miden sobre 1,70 metros por lo que intimidan, aunque sus cariñosas lenguas que traspasan el protocolo inicial, los hacen especiales, al igual que esta hacienda.
Y es que Curantú tiene su historia. De partida el nombre está muy ligado a la cultura mapuche pues significa preparación en muchas piedras. Y es precisamente ese objetivo, porque el tiempo en el parador se detiene y nos devuelve a fines del siglo XIX, época donde hicieron su llegada familias españolas que dieron vida a lo que hoy es el valle más pujante en materia agrícola. Pero aún no es tiempo de introducirse en la historia de esos forjadores, ya que Isabel Margarita nos presenta a Lupe Cortés, su mano derecha para mantener este predio de dos hectáreas donde se aprecia una piscina que invita a sumergirse y una hamaca que recuerda que las horas y los días pueden pasar sin que nos demos cuenta.
Es hora de almuerzo y como aperitivo nos sirven un jugo de ciruelas recién hecho. Pero lo mejor estaba por venir, pues el almuerzo está casi listo. “Siéntense donde quieran”, nos invita Isabel Margarita o la Chabe como le gusta que le digan. Y para deleite nuestro, y tal como muchos de los Coll, Juliá. Bou y Prohens agasajaron hace siglos a sus comensales, la paella fue la carta de presentación de la gastronomía de Curantú.
DE LOS NÚMEROS A LA TIERRA
Dentro de un relato y una narración debe haber una historia interesante y parte de ella la comenzamos a conocer en la mesa donde degustando una cebolla en escabeche y un ají propio de la casa, sabemos algo de los pasajes que llevaron a Isabel Margarita a dejar de lado su vida en la ciudad y a poco andar, incorporarse al directorio del programa Limarí Emprende.
Con esta emprendedora podríamos haber estado conversando toda la tarde, porque sus narraciones dan cuenta de espacios temporales que unen a tres generaciones. De hecho, cuando era pequeña vivió durante toda su infancia en un predio que su familia paterna Coll Juliá, tenían en Pan de Azúcar. “Allí conocí y me impregné de lo que significaba el campo y me enamoré”, recuerda con nostalgia.
No obstante su amor por los animales y los cultivos, que perduran desde siempre, terminando el colegio sobrevino la repentina muerte de su padre, situación que, al igual que sus dos hermanos Alfonso y Gaspar, debieron cambiar sus proyectos de vida, lo que los obligó comenzar a trabajar para mantener a la familia conformada por su madre viuda sus dos hermanos y tres hermanas bastante menores, Maria Angélica, Beatriz y Gabriela.
Fue así como llegó hasta el Banco Central donde se especializó en los créditos de la Asociación Interamericana de Integración (ALADI) donde interactuó con reconocidos economistas nacionales como Enrique y Jorge Marshall, Roberto Zahler y tantos otros. “Si bien no terminé la carrera me mantuve durante 36 años”, asegura Chabelita, quien tiene una memoria única, ya que corrobora su ingreso al organismo en octubre de 1963.
Pero algo le faltaba en su vida, pues en su interior sabía que debía dar otro paso, uno más trascendental y simple.
LA VOLTERETA DE LA REFORMA AGRARIA
Con la llegada del nuevo milenio, las energías se renovaron y se redoblaron los esfuerzos para dar ese giro trascendental. Esto porque en 1999 Isabel Margarita renuncia al Banco Central y se empeña en volver a la Región de Coquimbo, pero no al antiguo predio de Pan de Azúcar, sino que a Monte Patria, donde uno de sus tíos tuvo un terreno que fue entregado a los campesinos con la promulgación de la Reforma Agraria. Si bien aún no sabe qué la motivó a internarse en el corazón de la provincia de Limarí, acuñaba en su corazón la intención de radicarse en la zona.
Fue así como un día se presentó ante “Chilín”, hijo de un ex trabajador del campo, quien desencajó a Chabelita con sus palabras: “Estaba esperando a una persona como usted para venderle el terreno”. Dicho y hecho.
Tras los trámites legales, Isabel Margarita comenzaba a “colonizar” estas tierras tal como lo hicieron sus antepasados hace dos siglos.
Y es que si se trata de historia, la sangre mallorquina que corre por sus venas está lejos de esfumarse. Tal como a fines del siglo XIX cuando Gabriel Coll Dalmau pisó las tierras regionales tras ser contactado por un sacerdote que le encomendó reconstruir la línea férrea que unía a Combarbalá con Illapel, la Chabe quiso reconstruir una línea turística nueva.
“Quise encontrarme con la paz y con mis sueños, aquellos que acuño en mi interior, para así reconciliarme con la naturaleza y sentirme parte de ella”, escribió en la página web que da vida a ese punto turístico (www.curantu.cl).
Pero en esta narración no hay que olvidar que para formar una familia se necesitan dos. Es por ello que el joven Gabriel Coll Dalmau tuvo a su fiel compañera encarnada en Isabel Juliá Gomila, quien llegó producto que los cultivos de vides en Mallorca fueron atacados por la filoxera. “El mismo cura que trajo a mi abuelo le dijo que el clima en la zona era similar al de Mallorca, así es que se vinieron”, cuenta.
De esa unión nace el padre de Isabel Margarita, Alfonso, quien posteriormente se casa con María Angélica, quienes agrandan la familia con el nacimiento de seis hijos: Manuel Alfonso, Isabel Margarita, Gaspar Domingo, María Angélica, Beatriz y Gabriela Antonieta.
LOS ANHELOS DEL CROCHET
Durante estos ocho años que lleva promocionando el turismo rural del parador Curantú, Chabelita no ha olvidado a aquellas mujeres que cuando llega la temporada de cosecha de vides les toca estar extensas jornadas bajo el sol para generar un ingreso extra. Fue así como formó un taller junto a 10 de esas temporeras con las que teje a crochet y ha dado a vida a mantas que ya han concitado la atención del extranjero. Prueba de ello es que han exportado unas cuantas a Canadá a través de Tratados de Comercio Justo, acuerdo que ayuda a generar buenos precios a aquellos microempresarios que recién comienzan en la gestación de negocios.
Sin pecar de soberbia y mientras mira los entrelazados de las mantas, abre su corazón a las expectativas futuras: “Ojalá que pudiéramos ampliar la oferta y convertirla en un canal constante de comercialización que permita a estas mujeres dejar de ser temporeras”, reflexiona.
Siguiendo con su visión ambientalmente amigable con el entorno es que junto a 21 microempresarios del Limarí, aglutinados en una cooperativa que nació bajo el paraguas de Limarí Emprende con fondos aportados por Sercotec, desean implementar para sus respectivas empresas paneles solares que disminuirán en más de un 50% sus cuentas de luz.
Al pasar las horas el sol comienza a descender en intensidad, lo que es una prueba irrefutable que es hora de partir. Atrás quedarán los cientos de pollitos, conejos y aves que conocimos en Curantú. Para qué decir de los enormes perros de Chabelita o de las ciruelas y damascos que nos refrescaron cuando la sombra era escasa.
Mientras nos despedimos, Isabel agita sus brazos y nos dice que volvamos cuando queramos. Más allá de palabras de cortesía es un gesto de una persona satisfecha que creyó en sus sueños y anhelos. Y que, mejor aún, los hizo realidad.
SUS DESAVENENCIAS CON EL PARQUE
Uno de los capítulos que incomodan a Isabel Margarita es el uso que se le ha dado al parque que su padre junto a sus tíos Anita, Fernando, Gabriel y su abuelo Gabriel Coll Dalmau, donaron a la municipalidad de La Serena. De a acuerdo a su perspectiva, actualmente no se estaría respetando la intención que estos hijos de mallorquines tuvieron como objetivo inicial. “La donación se hizo con dos propósitos: honrar la memoria de mi abuelo Gabriel Coll Dalmau y entregar las casi 51 hectáreas para bosque y parque de manera que pudiera ser visitado gratuitamente por los habitantes y pobladores de La Serena y la región. Nada de eso se ha cumplido”, reitera con una posición rígida que ha conocido de cerca el alcalde Raúl Saldívar y funcionarios de la Intendencia, con quienes se ha reunido.
“Quiero llegar hasta las últimas instancias para que se cumpla el objetivo por el que fue entregado a la ciudad de La Serena”, corrobora Chabelita. “Mi único objetivo es que se instaure un espacio donde todos puedan disfrutar de sus rincones”, finaliza.