
En el año 2002, una nueva especie se insertaba dentro del ecosistema chileno. La Xenopus tropicalis o conocida popularmente como rana africana entraba sin miramientos a un hábitat desconocido y adverso, pero su gran poder de acondicionamiento y predación permitió que se aclimatara rápidamente. No obstante, lejos de incrementar el tipo de especies imperantes en nuestro país, supuso un marcado riesgo para uno de los baluartes de nuestra fauna: La rana grande chilena o Caudiverbera caudiverbera.
Poco a poco el choque de ambas en los charcos de la Región del Bío Bío, Los Lagos y también de Coquimbo, hicieron disminuir el número del ejemplar nacional, lo que encendió la luz de alerta dentro de la comunidad científica. El último lustro no ha sido fácil para la rana chilena, la que poco a poco ha ido perdiendo espacio.
Pero definitivamente cuando la comunidad de investigadores de fenómenos de la naturaleza se dio cuenta que se estaba dentro de una crónica de una muerte anunciada para esta especie endémica, fue la información publicada en el Libro Rojo de los Vertebrados que exponía el peligro de desaparición.
Ello no pasó desapercibido para el productor de ranas local Claudio Vásquez, quien no dudó en tomar cartas en el asunto. Eso sí, lejos de luchar contra la corriente, tuvo una mejor idea, donar cerca de 250 huevos de rana al colegio donde iba uno de sus hijos, el Francis School de Coquimbo.
Lo primero que hizo Vásquez fue hablar con la joven profesora de Biología, Marcela Flores, quien de inmediato se interesó en la idea. Nacía así la intención de trabajar bajo modelos científicos e investigativos a una de las especies más reconocidas en el mundo.
“Rápidamente se conversó con la dirección del establecimiento, la que gentilmente nos prestó la infraestructura para comenzar con la conservación y posterior crianza de los huevos”, manifestó la profesora Marcela Flores.
La pedagoga no perdió tiempo e informó a todos los cursos donde hacía clases de que iniciaría un taller donde se analizaría las etapas de crecimiento de la Caudiverbera caudiverbera. Era diciembre del 2004 y las vacaciones de verano interrumpían las ganas, pero no las apagaban.
De vuelta de la temporada estival, ya se mostraban los primeros interesados. Uno de ellos, y quien hasta hoy goza con el estandarte de ser uno de los pioneros, es José Espinoza, quien cursa actualmente el cuarto medio B. “Me pareció muy interesante el poder hacer algo por las ranas, ya que no quería que se extinguieran. La idea era sacarlos de ese estado de vulnerabilidad”, precisó el estudiante.
Con el pasar de las semanas, más niños llegaban hasta el laboratorio ubicado en el sector oriente del establecimiento. Ya a mediados del 2005 eran cerca de 40 los alumnos que decían presenta cada vez que la profesora Marcela Flores llegaba con nuevas ideas. Se formaba así el Club Explora del colegio Francis School.
EL GRAN PASO
Durante tres años estuvieron dos días a la semana, lunes y martes, interactuando con la especie que ya comenzaba a tomar forma. “Es impresionante la evolución que ha habido, desde que comenzaron los huevitos hasta ahora. Haber formado parte del desarrollo de la especie es muy gratificante”, confesó José.
Sin embargo, desde fines del 2007 se comenzó a gestar el paso más importante de este grupo de noveles investigadores, pues impulsados por el interés de miss Marcela, decidieron postilar al programa Club Explora de Conicyt. De tal factura fue la presentación que se adjudicaron inapelablemente un millón de pesos para ahondar en los conocimientos que ya habían adquirido. “Este fondo nos ha permitido desplazarnos por distintos lugares de la zona. Por eso mismo ayer fuimos a un ranario en Río Hurtado donde conocimos de cerca las labores de producción comercial”, agregó Flores.
Actualmente cuentan con 17 ejemplares de los cuales 10 están entrando a la etapa de adultez por lo que se espera que de aquí a enero puedan reproducirse. Si bien la cifra total con la que cuentan no es mucha, sí están concientes del gran tranco que han avanzado en el conocimiento de este ser vertebrado. “No estimamos obtener una gran cantidad porque al ser la primera generación es más complejo el proceso. Más aún si sumamos que hay parentales de la misma especie que tendrán un cruzamiento consanguíneo, donde las crías pueden salir defectuosas”, estipuló la profesora.
Daniel Ugalde, quien hace más de diez minutos se encuentra jugando con una de sus ranas favoritas en la piscina, aseguró que “ayudar a cuidarlas y a mantenerla en un constante estado de crecimiento, ha sido su principal incentivo”, acotó este estudiante de primero medio B.
Si bien la colaboración financiera de Conicyt sólo dura esta temporada, se está evaluando el poder postular nuevamente, de tal modo de preservar los estudios. Alejandra Araya, del primero medio B, es una de las más entusiastas al momento de cautelar por la preservación de la especie, pues ha logrado tener una relación más allá de un simple pasatiempo. “Encuentro muy lindo el poder aportar con un granito de arena, porque más allá de la pasión por ayudar a los animales, lo que me motiva es que esta especie es chilena y única, por lo que debemos protegerla”, comentó, no sin antes agregar que “para muchos de quienes participaban del taller, las ranas ya parecen nuestros hijos porque las hemos visto crecer y desarrollarse”, aseveró antes de tomar sus cosas porque las ranas deben descansar.
LA NOCIVA MANO HUMANA
A pesar que el ingreso de la rana africana ha incidido en que el ejemplar nacional haya recortado en más de un 50% su presencia en el país, el siempre temible factor de incidencia humano sigue haciendo de las suyas. Y es que dentro de esta operación que arroja más restas que sumas, la cotizada piel de la Caudiverbera caudiverbera ha sido el principal factor para cazarla. “Su piel tiene una cotización muy alta en el mercado, además de sus ancas, las que representan un plato exclusivo y exótico, además de caro”, precisó la profesora Marcela Flores.
Pero no sólo el fantasma del consumo suntuario se hace plausible, sino que también el medicinal, ya que una de las cualidades de su piel es que posee componentes capaces de curar enfermedades como la artritis. “Estos factores nos muestran que debemos redoblar nuestros esfuerzos para poder mantener a la rana chilena, porque hay muchos cazadores que les quieren hacer daño”, sostuvo Alonso Salgado, alumno de sexto básico B.
Poco a poco el choque de ambas en los charcos de la Región del Bío Bío, Los Lagos y también de Coquimbo, hicieron disminuir el número del ejemplar nacional, lo que encendió la luz de alerta dentro de la comunidad científica. El último lustro no ha sido fácil para la rana chilena, la que poco a poco ha ido perdiendo espacio.
Pero definitivamente cuando la comunidad de investigadores de fenómenos de la naturaleza se dio cuenta que se estaba dentro de una crónica de una muerte anunciada para esta especie endémica, fue la información publicada en el Libro Rojo de los Vertebrados que exponía el peligro de desaparición.
Ello no pasó desapercibido para el productor de ranas local Claudio Vásquez, quien no dudó en tomar cartas en el asunto. Eso sí, lejos de luchar contra la corriente, tuvo una mejor idea, donar cerca de 250 huevos de rana al colegio donde iba uno de sus hijos, el Francis School de Coquimbo.
Lo primero que hizo Vásquez fue hablar con la joven profesora de Biología, Marcela Flores, quien de inmediato se interesó en la idea. Nacía así la intención de trabajar bajo modelos científicos e investigativos a una de las especies más reconocidas en el mundo.
“Rápidamente se conversó con la dirección del establecimiento, la que gentilmente nos prestó la infraestructura para comenzar con la conservación y posterior crianza de los huevos”, manifestó la profesora Marcela Flores.
La pedagoga no perdió tiempo e informó a todos los cursos donde hacía clases de que iniciaría un taller donde se analizaría las etapas de crecimiento de la Caudiverbera caudiverbera. Era diciembre del 2004 y las vacaciones de verano interrumpían las ganas, pero no las apagaban.
De vuelta de la temporada estival, ya se mostraban los primeros interesados. Uno de ellos, y quien hasta hoy goza con el estandarte de ser uno de los pioneros, es José Espinoza, quien cursa actualmente el cuarto medio B. “Me pareció muy interesante el poder hacer algo por las ranas, ya que no quería que se extinguieran. La idea era sacarlos de ese estado de vulnerabilidad”, precisó el estudiante.
Con el pasar de las semanas, más niños llegaban hasta el laboratorio ubicado en el sector oriente del establecimiento. Ya a mediados del 2005 eran cerca de 40 los alumnos que decían presenta cada vez que la profesora Marcela Flores llegaba con nuevas ideas. Se formaba así el Club Explora del colegio Francis School.
EL GRAN PASO
Durante tres años estuvieron dos días a la semana, lunes y martes, interactuando con la especie que ya comenzaba a tomar forma. “Es impresionante la evolución que ha habido, desde que comenzaron los huevitos hasta ahora. Haber formado parte del desarrollo de la especie es muy gratificante”, confesó José.
Sin embargo, desde fines del 2007 se comenzó a gestar el paso más importante de este grupo de noveles investigadores, pues impulsados por el interés de miss Marcela, decidieron postilar al programa Club Explora de Conicyt. De tal factura fue la presentación que se adjudicaron inapelablemente un millón de pesos para ahondar en los conocimientos que ya habían adquirido. “Este fondo nos ha permitido desplazarnos por distintos lugares de la zona. Por eso mismo ayer fuimos a un ranario en Río Hurtado donde conocimos de cerca las labores de producción comercial”, agregó Flores.
Actualmente cuentan con 17 ejemplares de los cuales 10 están entrando a la etapa de adultez por lo que se espera que de aquí a enero puedan reproducirse. Si bien la cifra total con la que cuentan no es mucha, sí están concientes del gran tranco que han avanzado en el conocimiento de este ser vertebrado. “No estimamos obtener una gran cantidad porque al ser la primera generación es más complejo el proceso. Más aún si sumamos que hay parentales de la misma especie que tendrán un cruzamiento consanguíneo, donde las crías pueden salir defectuosas”, estipuló la profesora.
Daniel Ugalde, quien hace más de diez minutos se encuentra jugando con una de sus ranas favoritas en la piscina, aseguró que “ayudar a cuidarlas y a mantenerla en un constante estado de crecimiento, ha sido su principal incentivo”, acotó este estudiante de primero medio B.
Si bien la colaboración financiera de Conicyt sólo dura esta temporada, se está evaluando el poder postular nuevamente, de tal modo de preservar los estudios. Alejandra Araya, del primero medio B, es una de las más entusiastas al momento de cautelar por la preservación de la especie, pues ha logrado tener una relación más allá de un simple pasatiempo. “Encuentro muy lindo el poder aportar con un granito de arena, porque más allá de la pasión por ayudar a los animales, lo que me motiva es que esta especie es chilena y única, por lo que debemos protegerla”, comentó, no sin antes agregar que “para muchos de quienes participaban del taller, las ranas ya parecen nuestros hijos porque las hemos visto crecer y desarrollarse”, aseveró antes de tomar sus cosas porque las ranas deben descansar.
LA NOCIVA MANO HUMANA
A pesar que el ingreso de la rana africana ha incidido en que el ejemplar nacional haya recortado en más de un 50% su presencia en el país, el siempre temible factor de incidencia humano sigue haciendo de las suyas. Y es que dentro de esta operación que arroja más restas que sumas, la cotizada piel de la Caudiverbera caudiverbera ha sido el principal factor para cazarla. “Su piel tiene una cotización muy alta en el mercado, además de sus ancas, las que representan un plato exclusivo y exótico, además de caro”, precisó la profesora Marcela Flores.
Pero no sólo el fantasma del consumo suntuario se hace plausible, sino que también el medicinal, ya que una de las cualidades de su piel es que posee componentes capaces de curar enfermedades como la artritis. “Estos factores nos muestran que debemos redoblar nuestros esfuerzos para poder mantener a la rana chilena, porque hay muchos cazadores que les quieren hacer daño”, sostuvo Alonso Salgado, alumno de sexto básico B.