

A principios del noviembre del año pasado, el ambiente ya se notaba enrarecido en La Serena. Y no era que hubiese habido un acuerdo ciudadano espontáneo para manifestar el más acérrimo rechazo a la instalación de termoeléctricas en la vecina comuna de La Higuera. Muy por el contrario, hacía más de seis meses que órganos vivos de esa empobrecida localidad se habían armado de valor y luchado contra los grandes capitales privados y públicos. Pero esta vez era distinto, porque se llegaba hasta las barbas de la Comisión Regional de Medio Ambiente (Corema), instancia que calificaría el primer proyecto de central de carbón en la zona: Farellones de Codelco.
Pero no sólo venían ataviados con pancartas, megáfonos y silbatos, sino que con informes de organismos técnicos como el Servicio Agrícola y Ganadero (SAG), la Corporación Nacional Forestal (CONAF) y de la propia Seremía de Agricultura, las que cerraron su recopilación de antecedentes muy disconformes.
Sólo una carta remitida por Álvaro Vilaplana, gerente del proyecto, acalló los gritos con consignas de “Nunca nos rendiremos” o “No queremos la muerte de nuestros hijos, animales y plantas”. En ella la empresa desistió de la iniciativa, desatando la algarabía en las más de mil personas que se dieron cita en el edificio de calle Prat.
De allí la historia de las termoeléctricas en la Región de Coquimbo entraba a un nuevo escenario, donde el empoderamiento de los movimientos sociales se había hecho escuchar y por primera vez un grupo de pescadores le había ganado a la adversidad.
SEGUIDORES DE EOLO
Paralelamente a la presentación de iniciativas de centrales de carbón, la región ya había abierto sus puertas a energías más limpias. Fue de la mano de la transnacional española Endesa Eco, la que desembolsó US$17 millones para instalar el primer parque eólico de Chile en la pequeña comuna de Canela, ubicada a 292 kilómetros al norte de Santiago. Tan importante fue esta apuesta para diversificar la matriz energética que la misma presidenta Michelle Bachelet llegó en diciembre de 2007 a inaugurar las dependencias que inyectaron 10 megavatios al Sistema Interconectado Central (SIC), aunque hoy aporta con 69 Mw, luego de una ampliación de US$168 millones.
Así le han seguido otras cinco iniciativas que a mediados del 2010 entregarán casi 800 Mw al SIC, o sea, el 44% de la meta que se planteó el Gobierno para el 2010 y que tiene que ver con que el 15% de toda la demanda energética (1.800 Mw) del país sea cubierta con fuentes renovables.
Y eso que no hemos hecho mención a los otros cinco proyectos eólicos que aún se encuentran en evaluación por el Sistema de Impacto Ambiental y que complementarán con más de 200 megavatios los 1.070 Mw de las 11 propuestas que desde el 2006 se vienen instalando en la zona y que significarán un desembolso de US$2.280 millones. Tampoco a lo que se pueda hacer en geotermina (Baños del Toro en Vicuña), solar (valles interiores) o mareomotriz (áreas costeras).
“Estamos en una zona privilegiada donde tenemos condiciones naturales que nos hacen ser focos de inversión”, señaló el seremi de Minería y Energía, Antonio Videka.
En tanto, el seremi de Economía, Jorge Garrido, establece que el mayor aporte de estas cualidades topográficas y climáticas “logrará no sólo aportar con energía y romper la dependencia, sino que diversificar nuestra matriz”.
ESA SUCIA EFICIENCIA
Como si fuera poco, no sólo las miradas verdes se agolpan a los 40.580 mil km2 que posee la Región de Coquimbo, sino que también de otro tipo. Esto porque no sólo intentó Farellones instalarse en Totoralillo Norte, sino que también el consorcio franco-belga GDF Suez y el grupo nacional CAP, han jugado sus fichas en la última comuna de la zona antes de entrar a la Región de Atacama.
Suez, por ejemplo, es la que va más avanzada, ya que se espera que antes de fin de año llegue hasta el pleno de la Corema para ser calificada. “Hemos cumplido cada uno de los pasos, así es que no tenemos por qué tener temor (…) Las cosas se han hecho bien, porque hemos seguido las recomendaciones de las autoridades”, indicó el gerente del proyecto Barrancones, Alejandro Lorenzini.
Más cautelosos han sido en CAP, matriz de la Compañía Minera del Pacífico y Huachipato, ya que si bien ingresaron Cruz Grande al sistema, poco se sabe de respuesta a adendas y participación ciudadana.
“Lo que nos interesa como región es que estas inversiones no se fuguen a otras partes del país, porque se pierde empleo, nuevas tecnologías, desarrollo y competitividad”, aseveró el presidente de la Corporación Industrial para el Desarrollo de la Región de Coquimbo (Cidere), Daniel Mas Valdés.
Sin embargo, más allá de las plegarias del empresariado, son los números los que mejor cuadran al momento de evaluar un proyecto de carbón. Esto, porque si ponemos sobre la mesa la eficiencia, a todas luces hay un perdedor. Y en este caso son las centrales eólicas.
“Son poco constantes y no son capaces de mantener un sistema regular de energía”, sentenció Álvaro Vilaplana de Farellones, quien cuestionó la efectividad poniendo un ejemplo cotidiano. “Me gustaría ver a aquellas dueñas de casa que miran televisión a las tres de la tarde, cuando su aparato se les apague porque los molinos no fueron capaces de surtir la energía necesaria”, acusó
El ejecutivo no deja de tener razón, pues sólo Farellones –que se fue con camas y petacas a la Región de Valparaíso donde fue aprobado en tiempo récord por la Corema local- inyectaría 1.200 megavatios, es decir, más que 1.070 Mw que aportarán los 11 proyectos eólicos de la región.
ESAS CENIZAS QUEMAN
Pero más allá de esa alta efectividad, los detractores de las energías sucias en base a combustibles fósiles, aclaran que los efectos en el medio ambiente son letales. Carlos Gaymer, biólogo marino de la Universidad Católica del Norte, ha estudiado por años la biodiversidad marina y se ha dado cuenta que cualquier cambio impactará en ella. “Habrá un sistema de succión que recogerá cientos de toneladas de agua marina, la que luego será calentada y utilizada en el proceso. Para después lanzarla nuevamente a las costas con una temperatura entre 5 y 6 grados Celsius mayor. ¿Creen entonces que no pasará nada?”, escudriñó.
El Gobierno, impaciente por estos cuestionamientos a través de la Comisión Nacional de Energía (CNE) encargó a la Universidad Católica del Norte un estudio para que midiera los efectos. Los antecedentes demoraron casi seis meses en estar listos.
Pero una vez que se conocieron, fue el propio decano de la Facultad de Ciencias del Mar de dicha casa de estudios, Julio Vásquez, quien los comentó. “No podemos asegurar que no se produzca una incidencia en las diferentes especies, pero tampoco podemos juzgar a priori”, manifestó ambiguo.
Jan van Dijk, secretario del Movimiento de Defensa del Medio Ambiente de La Higuera, tiene otra percepción, pues durante años ha convivido con las aguas de Chungungo, Punta de Choros y Los Choros. “A menos de 15 kilómetros donde se van a instalar las termoeléctricas existe la Reserva de Pingüinos de Humboldt que es única en el mundo, así es que esperamos que no lleguen porque van a acabar con un patrimonio de la humanidad”.
Otro punto son las escorias del carbón que se supone emiten los procesos termoeléctricos. Para el presidente de la Asociación Latinoamericana de Botánica y académico de la Universidad de La Serena, Francisco Squeo, basta con que dos de estas centrales entren en funcionamiento para acabar con miles de pequeñas especies que no soportarán esa contaminación. “Los efectos que se causarán serán muy complejos, ya que ese sector se caracteriza por una amplia vegetación acostumbrada a un contacto directo con el sol y el aire, pero si las cenizas intervienen, no sólo sabemos que van a morir, sino que se desencadenarán consecuencias en el resto de la flora”, anticipó.
Como sea, este 2009 será la hora de la verdad. Mientras el lunes 27 de julio pasado se aprobó el séptimo parque eólico para la región, las termoeléctricas aún no pueden avanzar y están jugando al límite de los tiempos dispuestos por la Corema. Lo cierto es que el futuro es incierto y sólo Suez se ve encaminado, pese a las amenazas de llevar este conflicto a los máximos organismos judiciales. Sólo el tiempo dirá cómo se resuelve este entuerto, aunque –ojalá- no sea demasiado tarde para la generación de energía ni tampoco para la sobrevivencia animal y vegetal.
DE ATRÁS PICAN LOS ÁTOMOS
Cuando en las portadas de diferentes medios escritos y avances televisivos regionales los mayores reparos se hacían a las termoeléctricas, un estudio del Colegio de Ingenieros, sacó bastantes ronchas. Eso sí a quienes le pusieron atención. Esto, porque de acuerdo a su proyección al 2050 Chile debería contar con cinco plantas nucleares, estando una de ellas ubicadas en las tranquilas y productivas aguas de Tongoy. Bastó esa propuesta para que las luces de alarma se encendieran. Los alcaldes de Coquimbo y Los Vilos rechazaron la instalación aduciendo un impacto severo en la calidad de vida. “No toleraremos que se vulnere nuestra calidad de vida”, señaló el jefe comunal de Coquimbo, Óscar Pereira, en tanto que Juan Jorquera de Los Vilos señaló que “es impresentable que ese tipo de energía llegue a las costas de la región, pues se pondría en peligro muchas vidas”. Una visión más mesurada posee el economista de la Universidad Católica del Norte, Sergio Zúñiga, quien cree que toda la zona costera tiene las condiciones para una iniciativa de esta magnitud. “La Higuera reúne muy buenos antecedentes y no se puede descartar, al igual que Tongoy. Acá estamos jugando con seguir creciendo o quedarnos estancados”, expresó. Pese a que esta discusión se está haciendo a varios años de producirse una idea concreta, bien vale la pena hacer saber que hoy en día nuestro país no necesita esa fuente, porque la capacidad de sólo una de estas centrales serviría para abastecer toda la demanda industrial, habitacional y social. Pero en algunos años más cuando crezca la población y aumente la capacidad productiva más que una discusión futurista y majadera, será una necesidad a enfrentar.
Pero no sólo venían ataviados con pancartas, megáfonos y silbatos, sino que con informes de organismos técnicos como el Servicio Agrícola y Ganadero (SAG), la Corporación Nacional Forestal (CONAF) y de la propia Seremía de Agricultura, las que cerraron su recopilación de antecedentes muy disconformes.
Sólo una carta remitida por Álvaro Vilaplana, gerente del proyecto, acalló los gritos con consignas de “Nunca nos rendiremos” o “No queremos la muerte de nuestros hijos, animales y plantas”. En ella la empresa desistió de la iniciativa, desatando la algarabía en las más de mil personas que se dieron cita en el edificio de calle Prat.
De allí la historia de las termoeléctricas en la Región de Coquimbo entraba a un nuevo escenario, donde el empoderamiento de los movimientos sociales se había hecho escuchar y por primera vez un grupo de pescadores le había ganado a la adversidad.
SEGUIDORES DE EOLO
Paralelamente a la presentación de iniciativas de centrales de carbón, la región ya había abierto sus puertas a energías más limpias. Fue de la mano de la transnacional española Endesa Eco, la que desembolsó US$17 millones para instalar el primer parque eólico de Chile en la pequeña comuna de Canela, ubicada a 292 kilómetros al norte de Santiago. Tan importante fue esta apuesta para diversificar la matriz energética que la misma presidenta Michelle Bachelet llegó en diciembre de 2007 a inaugurar las dependencias que inyectaron 10 megavatios al Sistema Interconectado Central (SIC), aunque hoy aporta con 69 Mw, luego de una ampliación de US$168 millones.
Así le han seguido otras cinco iniciativas que a mediados del 2010 entregarán casi 800 Mw al SIC, o sea, el 44% de la meta que se planteó el Gobierno para el 2010 y que tiene que ver con que el 15% de toda la demanda energética (1.800 Mw) del país sea cubierta con fuentes renovables.
Y eso que no hemos hecho mención a los otros cinco proyectos eólicos que aún se encuentran en evaluación por el Sistema de Impacto Ambiental y que complementarán con más de 200 megavatios los 1.070 Mw de las 11 propuestas que desde el 2006 se vienen instalando en la zona y que significarán un desembolso de US$2.280 millones. Tampoco a lo que se pueda hacer en geotermina (Baños del Toro en Vicuña), solar (valles interiores) o mareomotriz (áreas costeras).
“Estamos en una zona privilegiada donde tenemos condiciones naturales que nos hacen ser focos de inversión”, señaló el seremi de Minería y Energía, Antonio Videka.
En tanto, el seremi de Economía, Jorge Garrido, establece que el mayor aporte de estas cualidades topográficas y climáticas “logrará no sólo aportar con energía y romper la dependencia, sino que diversificar nuestra matriz”.
ESA SUCIA EFICIENCIA
Como si fuera poco, no sólo las miradas verdes se agolpan a los 40.580 mil km2 que posee la Región de Coquimbo, sino que también de otro tipo. Esto porque no sólo intentó Farellones instalarse en Totoralillo Norte, sino que también el consorcio franco-belga GDF Suez y el grupo nacional CAP, han jugado sus fichas en la última comuna de la zona antes de entrar a la Región de Atacama.
Suez, por ejemplo, es la que va más avanzada, ya que se espera que antes de fin de año llegue hasta el pleno de la Corema para ser calificada. “Hemos cumplido cada uno de los pasos, así es que no tenemos por qué tener temor (…) Las cosas se han hecho bien, porque hemos seguido las recomendaciones de las autoridades”, indicó el gerente del proyecto Barrancones, Alejandro Lorenzini.
Más cautelosos han sido en CAP, matriz de la Compañía Minera del Pacífico y Huachipato, ya que si bien ingresaron Cruz Grande al sistema, poco se sabe de respuesta a adendas y participación ciudadana.
“Lo que nos interesa como región es que estas inversiones no se fuguen a otras partes del país, porque se pierde empleo, nuevas tecnologías, desarrollo y competitividad”, aseveró el presidente de la Corporación Industrial para el Desarrollo de la Región de Coquimbo (Cidere), Daniel Mas Valdés.
Sin embargo, más allá de las plegarias del empresariado, son los números los que mejor cuadran al momento de evaluar un proyecto de carbón. Esto, porque si ponemos sobre la mesa la eficiencia, a todas luces hay un perdedor. Y en este caso son las centrales eólicas.
“Son poco constantes y no son capaces de mantener un sistema regular de energía”, sentenció Álvaro Vilaplana de Farellones, quien cuestionó la efectividad poniendo un ejemplo cotidiano. “Me gustaría ver a aquellas dueñas de casa que miran televisión a las tres de la tarde, cuando su aparato se les apague porque los molinos no fueron capaces de surtir la energía necesaria”, acusó
El ejecutivo no deja de tener razón, pues sólo Farellones –que se fue con camas y petacas a la Región de Valparaíso donde fue aprobado en tiempo récord por la Corema local- inyectaría 1.200 megavatios, es decir, más que 1.070 Mw que aportarán los 11 proyectos eólicos de la región.
ESAS CENIZAS QUEMAN
Pero más allá de esa alta efectividad, los detractores de las energías sucias en base a combustibles fósiles, aclaran que los efectos en el medio ambiente son letales. Carlos Gaymer, biólogo marino de la Universidad Católica del Norte, ha estudiado por años la biodiversidad marina y se ha dado cuenta que cualquier cambio impactará en ella. “Habrá un sistema de succión que recogerá cientos de toneladas de agua marina, la que luego será calentada y utilizada en el proceso. Para después lanzarla nuevamente a las costas con una temperatura entre 5 y 6 grados Celsius mayor. ¿Creen entonces que no pasará nada?”, escudriñó.
El Gobierno, impaciente por estos cuestionamientos a través de la Comisión Nacional de Energía (CNE) encargó a la Universidad Católica del Norte un estudio para que midiera los efectos. Los antecedentes demoraron casi seis meses en estar listos.
Pero una vez que se conocieron, fue el propio decano de la Facultad de Ciencias del Mar de dicha casa de estudios, Julio Vásquez, quien los comentó. “No podemos asegurar que no se produzca una incidencia en las diferentes especies, pero tampoco podemos juzgar a priori”, manifestó ambiguo.
Jan van Dijk, secretario del Movimiento de Defensa del Medio Ambiente de La Higuera, tiene otra percepción, pues durante años ha convivido con las aguas de Chungungo, Punta de Choros y Los Choros. “A menos de 15 kilómetros donde se van a instalar las termoeléctricas existe la Reserva de Pingüinos de Humboldt que es única en el mundo, así es que esperamos que no lleguen porque van a acabar con un patrimonio de la humanidad”.
Otro punto son las escorias del carbón que se supone emiten los procesos termoeléctricos. Para el presidente de la Asociación Latinoamericana de Botánica y académico de la Universidad de La Serena, Francisco Squeo, basta con que dos de estas centrales entren en funcionamiento para acabar con miles de pequeñas especies que no soportarán esa contaminación. “Los efectos que se causarán serán muy complejos, ya que ese sector se caracteriza por una amplia vegetación acostumbrada a un contacto directo con el sol y el aire, pero si las cenizas intervienen, no sólo sabemos que van a morir, sino que se desencadenarán consecuencias en el resto de la flora”, anticipó.
Como sea, este 2009 será la hora de la verdad. Mientras el lunes 27 de julio pasado se aprobó el séptimo parque eólico para la región, las termoeléctricas aún no pueden avanzar y están jugando al límite de los tiempos dispuestos por la Corema. Lo cierto es que el futuro es incierto y sólo Suez se ve encaminado, pese a las amenazas de llevar este conflicto a los máximos organismos judiciales. Sólo el tiempo dirá cómo se resuelve este entuerto, aunque –ojalá- no sea demasiado tarde para la generación de energía ni tampoco para la sobrevivencia animal y vegetal.
DE ATRÁS PICAN LOS ÁTOMOS
Cuando en las portadas de diferentes medios escritos y avances televisivos regionales los mayores reparos se hacían a las termoeléctricas, un estudio del Colegio de Ingenieros, sacó bastantes ronchas. Eso sí a quienes le pusieron atención. Esto, porque de acuerdo a su proyección al 2050 Chile debería contar con cinco plantas nucleares, estando una de ellas ubicadas en las tranquilas y productivas aguas de Tongoy. Bastó esa propuesta para que las luces de alarma se encendieran. Los alcaldes de Coquimbo y Los Vilos rechazaron la instalación aduciendo un impacto severo en la calidad de vida. “No toleraremos que se vulnere nuestra calidad de vida”, señaló el jefe comunal de Coquimbo, Óscar Pereira, en tanto que Juan Jorquera de Los Vilos señaló que “es impresentable que ese tipo de energía llegue a las costas de la región, pues se pondría en peligro muchas vidas”. Una visión más mesurada posee el economista de la Universidad Católica del Norte, Sergio Zúñiga, quien cree que toda la zona costera tiene las condiciones para una iniciativa de esta magnitud. “La Higuera reúne muy buenos antecedentes y no se puede descartar, al igual que Tongoy. Acá estamos jugando con seguir creciendo o quedarnos estancados”, expresó. Pese a que esta discusión se está haciendo a varios años de producirse una idea concreta, bien vale la pena hacer saber que hoy en día nuestro país no necesita esa fuente, porque la capacidad de sólo una de estas centrales serviría para abastecer toda la demanda industrial, habitacional y social. Pero en algunos años más cuando crezca la población y aumente la capacidad productiva más que una discusión futurista y majadera, será una necesidad a enfrentar.