
El 25 de marzo del año 1998, el sector avícola de la región experimentaría uno de sus momentos más críticos de la mano de una misteriosa, aunque potente bacteria. Y es que la salmonella enteritidis se encargó de tener sobre las cuerdas a los productores avícolas de la región, a quienes se les hará muy difícil olvidar esa fecha, pues marca uno de los momentos más negros en su historia.
Todo comenzó luego que las autoridades de salud de la época detectaran dos casos en la región, lo que de inmediato puso en tela de juicio la calidad del producto que se expendía en los principales supermercados y negocios menores de barrio. Si bien en un principio no hubo mucho “estruendo” por la existencia de dos portadores de esta bacteria que provoca serios dolores estomacales y fiebre, poco a poco ese margen de indiferencia se fue perdiendo para dar paso a una verdadera “cacería de brujas” en contra de los huevos y donde los productores culpabilizaron directamente a la Seremía de Salud, por lo que calificaron como una persecución injusta.
Incluso muchos de ellos increparon directamente al seremi de la época, César Gajardo, quien defendió la posibilidad de informar a la población que había dos contagiados que presentaban los síntomas de la bacteria, precisamente tras haber comido huevos producidos en la región.
“Acá sólo se está haciendo ver que hay muestras que corroboran que la bacteria se encontraba alojada en los huevos. Ante ello, nuestro deber es resguardar la salud de las personas”, explicaba el seremi a Diario El Día de La Serena en dicha oportunidad.
PÉRDIDAS MILLONARIAS
La advertencia de la autoridad no cayó nada de bien en los empresarios del rubro, quienes vieron peligrar el stock que poseían en los puntos de venta. Y no pudo ser peor, ya que según cálculos de la época, se llegó a perder en algunos casos, casi el 50% de las ventas. Ese, por lo menos fue el caso de Avícola Santa Elvira, una de las tantas inversiones del próspero empresario local Emilio Silva.
A fines de la década del noventa, y con la entrada de nuevos modelos de alimentación, el huevo había pasado a ocupar un lugar importante en las dietas de los chilenos, quienes gracias a las campañas del Gobierno, habían tomado conciencia respecto del consumo sano y alejado de las grasas.
Las ventas por esa época andaban bien y el negocio funcionaba. Es más, muchas de las avícolas habían invertido grandes sumas de dinero con el fin de optimizar los recursos y darle un crecimiento sostenido al sector.
Capacitaciones al personal, modernización de procesos de producción y la adquisición de instrumental de última generación, permitían mirar con cierta seguridad el futuro, pero esta “piedra en el camino” pareció echar por el suelo aquellos esfuerzos.
Fue quizás por esa razón que la respuesta por parte del empresariado fue tan categórica.
Manuel Romero de Avícola Santa Elvira fue uno de los “duros” que se enfrentó públicamente a los representantes del Ministerio de Salud en la región.
“Lamento la posición adoptada por las autoridades porque han perjudicado a los productores”, decía con fuerza en la crónica publicada por Diario El Día el 25 de marzo de 1998.
Y no era para menos si ellos mismos siempre habían colaborado abiertamente en los programas de sanitización de los planteles. Fue también el propio Romero quien no tuvo pelos en la lengua para hacer público el 50% de recorte en las ventas que había existido tras conocerse la aparición de la salmonella en la región.
“Creemos que esta situación es muy mala para la zona, se ha hecho un daño tremendo y no entendemos el proceder de la Seremía”, remataba.
EMPRESARIADO VERSUS SALUD
Uno de los hechos que más llamó la atención fue la equidistancia que guardaron ambos bandos. Casi separados por trincheras en un campo de batalla, durante los primeros tres días cada uno se abanderizaba más con su postura, la que quedaba en evidencia en las publicaciones de la época,
Tras los duros alegatos formulados por el sector privado, el seremi de Salud respondía que no iba a dejar torcer su mano, pues se encontraba en juego la seguridad de los cerca de 300 mil habitantes que por esos años tenía la región.
No obstante, una de las cartas bajo la manga de los avícolas era que ellos mismos habían realizado estudios paralelos los que jamás hallaron la presencia de la salmonella.
“Los estudios en la Cuarta Región han dado todos negativos”, afirmó Manuel Romero.
“Si se empieza a manipular el huevo para hacer una mayonesa y se deja la clara de un día para otro para usarlo en una sopa y no se deja bien refrigerado, eso les va a producir un dolor estomacal. Pero si se hace una buena manipulación de los alimentos no va a pasar nada”, estipuló Alejandro Silva, uno de los propietarios de Santa Elvira.
Casi de manera automática, algunos médicos aseguraron que no necesariamente por un mal manejo del huevo podría haber un contagio con salmonella, ya que otra de las formas de alojamiento que poseía esta bacteria, era a través de la cáscara
“Nuestra empresa tiene métodos higiénicos que hacen muy difícil que la bacteria ingrese por el huevo, de hecho hacemos un análisis exhaustivo de manera periódica”, explicó el por esos años encargado de producción de Santa Elvira, Alejandro Silva.
ENTREGA DE HUEVOS
En 1989, Chile vivió una de las situaciones más complejas de los últimos años del Gobierno Militar, luego que Estados Unidos acusara a nuestro país de enviar uvas envenenadas con una alta dosis de cianuro. Nueva años después, no era el gigante del Norte el que acusaba a empresarios nacionales, sino que eran las propias autoridades.
Durante aquel periodo donde la uva de mesa fue rechazada por Estados Unidos, los productores no tuvieron más remedio que repartirla en los colegios, entidades públicas y hasta en las calles para demostrar, por un lado, que la fruta jamás contuvo cianuro y por otro, para evitar que se perdiera la producción.
Una situación similar ocurrió el 27 de marzo de 1998, apenas tres días después que hubiese comenzado el intercambio de palabras entre las autoridades y los empresarios.
Estos últimos, convencidos que sus planteles estaban ajenos a la salmonella enteritidis, no hallaron mejor “arma” mediática que repetir lo ocurrido en 1989 y regalar huevos y gallinas en el frontis de la intendencia regional en La Serena.
Durante aquella mañana la convocatoria superó todas las expectativas, pues se dieron cita nada menos que 600 personas, quienes -impulsadas por recibir productos gratis- desde temprano hicieron fila en las afueras del edificio de calle Prat.
En total se repartieron casi 80 mil huevos y 300 gallinas las que fueron traídas en quince camiones dispuestos por los mismos productores.
A pesar que durante la entrega hubo escaramuzas por atrapar más de una bandeja, el resultado fue abiertamente favorable para las avícolas porque se legitimaron ante la población.
Con el pasar de los días, poco a poco los consumidores les devolvieron la confianza a los empresarios y volvieron a comer los “desdichados” huevos. Tal como si nada hubiese pasado… si es que ocurrió.
LA ENFERMEDAD
Si la salmonella enteritidis estuviera presente en el aire o en las manos de quien se encuentra preparando la comida, el primer alimento a donde va a ir es el huevo porque es uno de los más ricos en nutrientes y con las condiciones óptimas de desarrollo de esta bacteria. Así también existe la posibilidad que la bacteria se aloje al interior de la cáscara del huevoEn Chile, al igual que el resto de los países de Sudamérica, existe un férreo control fitosanitario en las granjas, las que por obligatoriedad deben tener un veterinario, quien es el responsable de la salud de las aves, el lugar donde se crían y los alimentos que ingieren. Por esta razón, actualmente ha disminuido bastante la probabilidad de tener salmonella.
Entre las recomendaciones que ha hecho patente el Ministerio de Salud a los consumidores es a que adquieran aquellos productos que posean las mínimas condiciones de seguridad. Es decir, envasado, con rotulación, denominación de origen y fecha de vencimiento. Por eso, se debe descartar comprar huevos que no se conozca la procedencia.
Todo comenzó luego que las autoridades de salud de la época detectaran dos casos en la región, lo que de inmediato puso en tela de juicio la calidad del producto que se expendía en los principales supermercados y negocios menores de barrio. Si bien en un principio no hubo mucho “estruendo” por la existencia de dos portadores de esta bacteria que provoca serios dolores estomacales y fiebre, poco a poco ese margen de indiferencia se fue perdiendo para dar paso a una verdadera “cacería de brujas” en contra de los huevos y donde los productores culpabilizaron directamente a la Seremía de Salud, por lo que calificaron como una persecución injusta.
Incluso muchos de ellos increparon directamente al seremi de la época, César Gajardo, quien defendió la posibilidad de informar a la población que había dos contagiados que presentaban los síntomas de la bacteria, precisamente tras haber comido huevos producidos en la región.
“Acá sólo se está haciendo ver que hay muestras que corroboran que la bacteria se encontraba alojada en los huevos. Ante ello, nuestro deber es resguardar la salud de las personas”, explicaba el seremi a Diario El Día de La Serena en dicha oportunidad.
PÉRDIDAS MILLONARIAS
La advertencia de la autoridad no cayó nada de bien en los empresarios del rubro, quienes vieron peligrar el stock que poseían en los puntos de venta. Y no pudo ser peor, ya que según cálculos de la época, se llegó a perder en algunos casos, casi el 50% de las ventas. Ese, por lo menos fue el caso de Avícola Santa Elvira, una de las tantas inversiones del próspero empresario local Emilio Silva.
A fines de la década del noventa, y con la entrada de nuevos modelos de alimentación, el huevo había pasado a ocupar un lugar importante en las dietas de los chilenos, quienes gracias a las campañas del Gobierno, habían tomado conciencia respecto del consumo sano y alejado de las grasas.
Las ventas por esa época andaban bien y el negocio funcionaba. Es más, muchas de las avícolas habían invertido grandes sumas de dinero con el fin de optimizar los recursos y darle un crecimiento sostenido al sector.
Capacitaciones al personal, modernización de procesos de producción y la adquisición de instrumental de última generación, permitían mirar con cierta seguridad el futuro, pero esta “piedra en el camino” pareció echar por el suelo aquellos esfuerzos.
Fue quizás por esa razón que la respuesta por parte del empresariado fue tan categórica.
Manuel Romero de Avícola Santa Elvira fue uno de los “duros” que se enfrentó públicamente a los representantes del Ministerio de Salud en la región.
“Lamento la posición adoptada por las autoridades porque han perjudicado a los productores”, decía con fuerza en la crónica publicada por Diario El Día el 25 de marzo de 1998.
Y no era para menos si ellos mismos siempre habían colaborado abiertamente en los programas de sanitización de los planteles. Fue también el propio Romero quien no tuvo pelos en la lengua para hacer público el 50% de recorte en las ventas que había existido tras conocerse la aparición de la salmonella en la región.
“Creemos que esta situación es muy mala para la zona, se ha hecho un daño tremendo y no entendemos el proceder de la Seremía”, remataba.
EMPRESARIADO VERSUS SALUD
Uno de los hechos que más llamó la atención fue la equidistancia que guardaron ambos bandos. Casi separados por trincheras en un campo de batalla, durante los primeros tres días cada uno se abanderizaba más con su postura, la que quedaba en evidencia en las publicaciones de la época,
Tras los duros alegatos formulados por el sector privado, el seremi de Salud respondía que no iba a dejar torcer su mano, pues se encontraba en juego la seguridad de los cerca de 300 mil habitantes que por esos años tenía la región.
No obstante, una de las cartas bajo la manga de los avícolas era que ellos mismos habían realizado estudios paralelos los que jamás hallaron la presencia de la salmonella.
“Los estudios en la Cuarta Región han dado todos negativos”, afirmó Manuel Romero.
“Si se empieza a manipular el huevo para hacer una mayonesa y se deja la clara de un día para otro para usarlo en una sopa y no se deja bien refrigerado, eso les va a producir un dolor estomacal. Pero si se hace una buena manipulación de los alimentos no va a pasar nada”, estipuló Alejandro Silva, uno de los propietarios de Santa Elvira.
Casi de manera automática, algunos médicos aseguraron que no necesariamente por un mal manejo del huevo podría haber un contagio con salmonella, ya que otra de las formas de alojamiento que poseía esta bacteria, era a través de la cáscara
“Nuestra empresa tiene métodos higiénicos que hacen muy difícil que la bacteria ingrese por el huevo, de hecho hacemos un análisis exhaustivo de manera periódica”, explicó el por esos años encargado de producción de Santa Elvira, Alejandro Silva.
ENTREGA DE HUEVOS
En 1989, Chile vivió una de las situaciones más complejas de los últimos años del Gobierno Militar, luego que Estados Unidos acusara a nuestro país de enviar uvas envenenadas con una alta dosis de cianuro. Nueva años después, no era el gigante del Norte el que acusaba a empresarios nacionales, sino que eran las propias autoridades.
Durante aquel periodo donde la uva de mesa fue rechazada por Estados Unidos, los productores no tuvieron más remedio que repartirla en los colegios, entidades públicas y hasta en las calles para demostrar, por un lado, que la fruta jamás contuvo cianuro y por otro, para evitar que se perdiera la producción.
Una situación similar ocurrió el 27 de marzo de 1998, apenas tres días después que hubiese comenzado el intercambio de palabras entre las autoridades y los empresarios.
Estos últimos, convencidos que sus planteles estaban ajenos a la salmonella enteritidis, no hallaron mejor “arma” mediática que repetir lo ocurrido en 1989 y regalar huevos y gallinas en el frontis de la intendencia regional en La Serena.
Durante aquella mañana la convocatoria superó todas las expectativas, pues se dieron cita nada menos que 600 personas, quienes -impulsadas por recibir productos gratis- desde temprano hicieron fila en las afueras del edificio de calle Prat.
En total se repartieron casi 80 mil huevos y 300 gallinas las que fueron traídas en quince camiones dispuestos por los mismos productores.
A pesar que durante la entrega hubo escaramuzas por atrapar más de una bandeja, el resultado fue abiertamente favorable para las avícolas porque se legitimaron ante la población.
Con el pasar de los días, poco a poco los consumidores les devolvieron la confianza a los empresarios y volvieron a comer los “desdichados” huevos. Tal como si nada hubiese pasado… si es que ocurrió.
LA ENFERMEDAD
Si la salmonella enteritidis estuviera presente en el aire o en las manos de quien se encuentra preparando la comida, el primer alimento a donde va a ir es el huevo porque es uno de los más ricos en nutrientes y con las condiciones óptimas de desarrollo de esta bacteria. Así también existe la posibilidad que la bacteria se aloje al interior de la cáscara del huevoEn Chile, al igual que el resto de los países de Sudamérica, existe un férreo control fitosanitario en las granjas, las que por obligatoriedad deben tener un veterinario, quien es el responsable de la salud de las aves, el lugar donde se crían y los alimentos que ingieren. Por esta razón, actualmente ha disminuido bastante la probabilidad de tener salmonella.
Entre las recomendaciones que ha hecho patente el Ministerio de Salud a los consumidores es a que adquieran aquellos productos que posean las mínimas condiciones de seguridad. Es decir, envasado, con rotulación, denominación de origen y fecha de vencimiento. Por eso, se debe descartar comprar huevos que no se conozca la procedencia.
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